222 Repertorio Americano Pastorela lo que obliga Ayacucho (De El Sol, Madrid)
Unge con orlas de oro el postrimer reflejo crepuscular, las copas de los pinares viejos; una pareja aldeana, con sus errados zuecos pasa por el camino milenario y escueto.
Melancólicamente las esquilas resuenan en la paz de la tarde, una paz dulce y buena; peinados por los tojos de las áridas sendas blanquean los vellones de las mansas ovejas.
Vigila siete cabras un fornido muchacho, siete cabras muy negras como siete pecados; cara al cielo el mancebo rubicundo y lozano mira las nubes como si fueran cien rebaños. Mancebo, Dios te guarde, le digo. Buen mancebo. eres feliz acaso, con tu vida, tus perros y tus cabras obscuras cual un presentimiento. Nada sabes ni piersas. Responde, zagalejo. Señor, yo no le entiendo su incomprensible verba. feliz. pensar. ser sabio. Me dan risa esas viejas palabras; vivo alegre y me quiere y es buena una linda zagala, roja como una fresa.
Bebo agua de los pozos; en la áspera montaña he matado diez lobos; y en las noches calladas contemplo las estrellas tendido entre la grama y sé las misteriosas voces que dice el agua.
La noche un hisopazo de hollin sobre las crestas de los montes ha puesto; corre a campo traviesa la raposa; el mancebo con sus cabras se aleja cantando, y repercute doquier su cancioneta.
La luna argenta y bruñe las copas de los álamos; se oye el chirriar doliente de un viejo carromato; y en la mitad de la senda yo me quedo pensando. El agua de la vida por qué nos enturbiamos?
RECIENTEMENTE, publicamos un radiograma de Lima dando cuenta de los buenos sentimientos que le inspira España al Presidente Leguía. España. dijo en un discurso, días atrás es para nosotros, peruanos, el umbral que debemos atravesar para dirigirnos a cualquier pais europeo antes de hacer gestión alguna en el viejo continente. Sin duda por este distinguido rango que el jefe del Estado peruano atribuye a nuestro país, desea que lo represente en España, no una Legación, como hasta ahora, sino un Embajada, siempre que nuestro Gobierno corresponda en la misma medida a su delicada atención. Otras Repúblicas americanas han hecho lo mismo. y España con ellas. No habría razón para no dar al Perú idéntico trato.
En el radiograma se aludía también a las fiestas que se preparan en el Perú para celebrar el centenario de la batalla de Ayacucho. España está invitada a tomar parte en esa conmemoración; pero, según nuestro corresponsal, la Prensa peruana se queja de la débil representación que tendrá nuestro país en tal acto. Si el retraimiento obedece a algún escrúpulo nacionalista, lo declaramos enteramente injustificado. Ya nuestro ilustre colaborador el señor Gómez de Baquero ha explicado en nuestras mismas columnas la trascendencia histórica de la batalla de Ayacucho. Insistiremos brevemente.
En aquella batalla, que acabó virtualmente con el dominio de España en América, no lucharon sólo los vulgares intereses, apetitos y vanidades que suelen ser el eje de las guerras. Principalmente, combatieron dos conceptos antagónicos e inconciliables del principio de la soberanía. Conviene repetir lo que se ha dicho muchas veces: las guerras de la independencia americana fueron más bien guerras civiles, en el fondo revoluciones políticas. Su causa trascendia de todo límite nacionalista: era una causa universal, una idea perenne, como es la soberanía democrática de los pueblos. Esa idea la comparte hoy la mayoría de los españoles, aunque las apariencias finjan otra cosa. No hay, pues, desdoro en celebrarla con ocasión del centenario de Ayacucho, donde, con el general Sucre «el copo de nieve sobre la charca de sangre. como le ha calificado con feliz imagen uno de sus historiadores, Carlos Pereyra, venció también la España liberal de todos los tiempos. Hay batallas, como la de Ayacucho, que enaltecen por igual a vencedores y vencidos.
También se nos anunciaba en el mencionado radiograma que han sido invitados asimismo varios intelectuales españoles al centenario de Ayacucho. En este punto nos permitimos hacer algunas reservas sobre la oportunidad de esas invitaciones. Si el Estado español haría mal en regatear su adhesión a ese símbolo histórico, por las razones indicadas más arriba, tememos, en cambio, que la presencia de un grupo de españoles significados por su libre mentalidad fuese poco grata y mal juzgada a los ojos de una extensa zona de los intelectuales peruanos. Nos sugiere este temor una carta de un muy distinguido universitario peruano, publicada por El Espectador, de Bogotá, y reproducida por el excelente Repertorio EDMUNDO VELASQUEZ San José, Costa Rica, 1924 Pase a ver el gran surtido de CASIMIRES INGLESES de último estilo que acaba de recibir y vende a precios módicos la SASTRERIA AMERICANA de JUAN PIEDRA HERMANO Frente al Hotel Francés LOS TRABAJOS DE ESTA SASTRERIA SON GARANTIZADOS LARGA PRÁCTICA EN NUEVA YORK LADIES AND GENTLEMEN TAILOR English spoken Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica