Repertorio Americano 125 LA EDAD DE ORO 62. Cuento de hadas.
Nena rubia. eres tá la que dejando dormir la muñeca avaros judíos. se lo ofrecía sio vacilar, porque com.
en la cupita de raso y de plumas ha tomado muy seria prendían que aquellas sederías hechas con los hilos más este cuento que he escrito yo para ti y vas a leerlo? sutiles y que tenían ondulaciones y tibiezas de agua de¿O eres tú, general en miniatura, que echado sobre la bían tener el mejor empleo, debían vestir al príncipe per.
alfombra apoyando la barbilla en las manos te dispones a fecto; y aquella lujosa piel de armiño, piel de nieve, no leer mi cuento, mientras los soldados de madera puestos podía tener mejor destino que abrigar sus pies; pieles de en fila rígidos te miran en la actitud solemne de quien pantera, pieles leonidas, pieles suaves y blandas, eran.
espera una orden?
enviadas por los cazadores de fieras para alfombrar su ¿O eres tú, pequefiita andrajosa y despeinada, peque. cámara.
sita de los ojazos tristes, que mientras velas a mamá en.
Así, por una ley natural, llegaban a él ricas ofrendas: ferma lees la hoja que envolvía el frasco del remedio, la Cargas de oro, el metal precioso de la tierra; piedras hoja en que está escrito este cuento. raras para adornar sus manos, sus sandalias y su frepte. Acaso quien va a leerlo eres tú, pequefio luchador, piedras de colores vivos, de sangre y fuego; perlas que valiente pião, que olvidando un momento la caja de em. parecían eu pecado, por lo negras; perlas de un blanco bolar, aquella caja compañera que calma el hambre y que extraño; diamantes como trozos de estrella; zafiros com constela, te has acurracado en un quicio para deshacer. bos y azules como el cielo; perfumes exquisitos, mármo: el barco de papel que ibas arrojar al agua porque dele. les para el palacio, flores bellas, elefantes blancos, came: treaste en la proa: Cuento de hadas para niños?
llos dóciles, pájaros maaicos, linos para el lecho, linos Vosotros! Oidme antes de empezar la lectura: quien tan vaporosos que menos son las nubes; frutas tao suges.
ha escrito este cuento es una amiga vaestra; una tivas, que así serían las del paraíso, armas livianas, para amiga que os adora. Estaría encantada si os divertis que no fatigaran su mano, pero que valien caudales; ar.
conmigo; pero no quiero sólo eso; quiero que aprendáis mas lujosas, filudas y pequeñas, que daban la muerte tan cierta cosa. Es upa osadía desearlo; lo sé; porque solo sólo con tocar.
tienen derecho a ello los que ya gastan lentes sobre la ¿Y el príncipe. No decíamos que era perfecto? Pues lo Dariz; pero si lograra ensefiárosla, si lograra grabarla en era no sólo materialmente. Su inteligencia era una inte.
vuestro corazón. iqué orgullo el míol (Queréis darme la ligencia superior, y por esto pensaba. pensaba. pen.
alegría del orgulloLeed con atención; complaced a vues. saba con horror en la fatuidad de su vida, y le importaba tra amiga; fijáos bien, ya empieza.
un comino tanto oropel, y veía con desdén todos los ha.
lagos hechos en su honor. Pobre prípcipel No era feliz!
En un país. quién sabe en qué parte del mundo que daba ese paíal Pues bied; había un príocipe joven. Tan Pero hemos hablado de su inteligencia superior; com.
prendió él que debía buscar la felicidad, y una noche de hermoso era que es fama que no hubo ni habrá otro seme.
lupa, naturalmente, porque en las noches oscuras ao se jante. Era un principe rubio, mucho más que el sol; de sus ojos se decía y atha se dice que eran como el océano puede andar, salía del palacio un viejo encorvado, de barba y cabellos muy blancos. Era el principe que dejaba cuando copia una noche estrellada; así, grandes, lumino.
el palacio, el suntuoso palacio donde apidaban los falsos B09 y negros. una mirada stiya se encendían de amor los corazo.
placeres de la riqueza, de la adulación y del poder, y se fue caminando por un camino que después se dividió en des de las mujeres más frías y de amor temblaban las flo.
muchos. Antes de tomar alguno de ésos, se le ocurrió in.
res en sus tallos. su paso se veíen milagros.
En 80 paseo matidal por el jardín cuando andaba terrogar a una viejecita que acurrucada en el suelo lo arrastrando su capa principesca, el sol la hacía brillar con miraba con ojos penetrantes de lechuza. Le dió una moreflejos de fuego y convertía en estrellas multicolores las neda y preguntó: piedras preciosas de su corona. Figuraos la majestad del Oye, amiga. Para donde llevan esos caminos?
príncipe vestido de fuego y coronado de estrellas!
Ella se puso en pie de pronto y le tomó una mano, Cuando se detería para acariciar las rosas, mudaban diciendo: las rosas; las pálidas, por grados tomaban un color car. Bien haces en preguntármelo, porque estoy aquí mloeo y las rojas con lentitud torpábanse blaucas, blanprecisamente para dar los nombres de los camino. Soy cas. Reía entonces el principe y callaba la fuente y calla.
un hada. po lo crees? La prueba de que sí lo soy es que ban los pájaros para oírlo reír. iOh su risal (Era más para veo un poco más allá de las cosas; tu disfraz no me en.
y melodiosa que el sonido de un arpa que rle!
gaña; eres un joven, y mal haces en ocultarlo le quito cuando cesaba, la fuente empezaba a cantar y los el antifaz, y continuo. Soy hada y voy a nombrarte los pájaros con ella formaban concierto, oo tanto por halagar caminos: dejemos los tres de la izquierda, que son los de al príncipe; era que no podían dominar el deseo de la la riqueza, la adulación y el poder, porque tá paciste en armonía que había despertado en ellos su risa. ISu risa ellos y sólo te llevaron al hastío; te daré los nombres de únical pájaros y fuentes trataban de imitarla con trinos los otros.
de cristal. Dame únicamente el nombre de aquel que guíe ha.
El prípcipe era rico en grado máximo; todos los días cia la felicidad, exclamó el príncipe.
a toda hora recibía presentes; le enviaban las cosas más. Ah, murmuró la vieja: seguramente ninguno.
valiosas que había sobre la tierra, y explicación es ésta. Ning interru pió el príncipe sperado.
Quien lo había visto una vez no lo olvidaba puoca; el La vieja movió la cabeza.
que poseía un tesoro y entre éstos se contaban no pocos veces el del arte, respondió, conduce a la felici Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica