Repertorio Americano 217. División. De frente. Arma a discreción y paso de venpodido urdirlo dos frailes gilitos, pero no dos militares. Los cedores!
enemigos nos habrán hecho flecos antes de que lleguemos a dando una irresistible carga a la bayoneta, sostenido por la falda del cerro, y aun superado este inconveniente, no nos la caballeria de Miller que acuchillaba sin piedad a los húsa dejarán formar linea ordenada de batalla. En fin, soldado soy, ſes de Fernando VII, sembro prontó el pánico en la división y mi obligación es ir sin chistar al matadero, y cumplir, como Monet.
Dios me ayude, con mi rey y con mi patria.
Sospecho que también la historia tiene sus pudores de niña. Qué hacer, mi general? contestó el jefe del Cantabria melindrosa. Ella no ha querido conservar la proclama del ge estrechando la mano de su superior. Caro vamos a pagar neral Lara a la división del centro, proclama eminentemente las francesadas de Canterac!
cambrónica; pero la tradición no la ha olvidado, y yo, tradi Desbandada su división, que, en justicia sea dicho, se bacionista de oficio, quiero, consignarla. Si peco en ello, pecaré tió admirablemente, Valdés descabalgo y, sentándose sobre una con Victor Hugo; es decir, en buena compania.
piedra, dijo con estoicismo: La malicia del lector adivinará los vocablos que debe subs Esta comedia se la llevó el demonio. Canario! De aquí tituir a los que yo estampo en letra bastardilla.
en no me muevo, y aquí me matan.
cuenta que la división Lara se componía de llaneros y gente Un grupo de sus soldados, de quienes era muy querido, lo cruda, a la que no era posible entusiasmar con palabritas de salón: tomó en peso y consiguió transportarlo algunas cuadras fuera Zambos del espantajol les grito. Al frente están los del campo.
godos puchueleros. El que manda la batalla es Antonio José de la caída del sol, Canterac firmaba la capitulación de Sucre que, como saben ustedes, no es ningún cangrejo. ConAyacucho, y tres días más tarde dirigia a Simón Bolívar esta que así, apretarse los calzones y. ja ellos!
carta, que acaso medio siglo después trajo a la memoria NaY no dijo más, y ni Mirabeau habría sido más elocuente.
poleon III al rendirse prisionero en Sedán: tan furiosa fué la arremetida sobre la división Villalo«Excelentísimo señor Libertador don Simón Bolívar: Como bos, en la cual venía el virrey, que el batallón Vargas no sólo alcanzó a derrotar el centro enemigo, sino que tuvo tiempo amante de la gloria, aunque vencido, no puede menos que fepara acudir en auxilio de La Mar, cuyos cuerpos empezaban licitar a vuecelencia por haber terminado su empresa, en el a ceder terreno ante el bien disciplinado coraje de los soldaPerú, con la jornada de Ayacucho. Con este motivo tiene el dos de Valdés.
honor de ofrecerse a sus órdenes y saludarle, en nombre de Secundo a Vargas el regimiento húsares de Colombia, cuyo los generales españoles, su afectisimo y obsecuente servidor jefe, el coronel venezolano Laurencio Silva, cayó herido. Lleque sus manos besa, José de CANTERAC. Guamanga, a 12 de diciembre de 1824. vado al hospital y puesto un vendaje a la herida, preguntó al cirujano: Digame, socio. Cree usted que moriré de ésta? las dos de la tarde, fatigado por la sangrienta al par Lo que es morir me parece que no; pero tiene usted lo que gloriosa faena del día, llegó eligeneral Miller a la puerta preciso para pasar algunos meses bien divertido.
de la tienda de Sucre, donde sólo encontró al leal asistente. Ah! Pues si no muero de ésta, venga mi caballo, que to Pancho le dijo el alegre inglés. dame un traguito de davla hay jarana para un cuarto de hora, y quiero estar en algo que refresque y nn bocado para comer.
ella hasta el conchito.
El asistente le contesto: con agilidad suma, sin escuchar las refexiones de su. Mi general, dispense usſa si no le ofrezco otra cosa que lo amigo el cirujano, saltó sobre el caballo y volvió a meterse mismo de ayer: un sorbo de aguardiente, pan, queso y raspadura.
en lo recio del fuego. Hombre, guardate la raspadura y traeme lo demás, que ¡Qué hombres, Cristo mlo. Qué hombres! Setenta minutos para raspadura basta con la que hemos dado a los godos.
de batalla, casi toda cuerpo a cuerpo, empleando los patrioRICARDO PALMA.
tas el sable y la bayoneta más que el fusil, pues desde Corpaguaico, donde perdieron el parque, se hallaban escasos de pólvora (cincuenta y dos cartuchos por plaza. bastaron para consumar la Independencia de América. Blois 45 Viajando por la Turena, me he detenido en la Bechellerie, donde Anatole France las doce del día el virrey La Serna, ligeramente herido muere dulcemente, sin romper el estilo de este paien la cabeza, se encontraba prisionero de los patriotas, y ¡lo saje tan francés. Es la temporada de castillos y de que son las ironías del destino. en ese mismo día, a esa misma vendimias. La temperatura es tibia. Las suaves curvas hora, en Madrid, el rey don Fernando VII firmaba para La Serna de las colinas están agobiadas por la exhuberancia el título de conde de los Andes.
de los racimos. Los bosques ocultan la carnicería de La rivalidad entre Canterac, favorito del virrey y jefe de la caza. De noche, en las aldeas, se percibe el olor Estado Mayor de los españoles, y Valdés, el más valiente, de la uva y de las reses cobradas. Anatole France honrado y entendido de los generales realistas, influyó algo muere debilitado, dormitando. Su memoria su fiel para la derrota. El plan de batalla fué acordado sólo entre compañera le trae momentos de lucidez y de ánimo, La Serna y Canterac, y al ponerlo en conocimiento de Valdés, recordándole alguna frase bien ritmada, o alguna sentres horas antes de iniciarse el combate, éste murmuró al oído tencia estoica. Su mujer, su nieto, que le velan, no tiedel coronel del Cantabria, que era su intimo amigo: nen necesidad de distraerlo, cuando se da cuenta de su. Nos arreglaron los insurgentes! Ese plan de batalla hau estado. Anatole France muere conforme fué toda la vida: lleno de cordura. El Loira está henchido con de su acero, pronunciando a la vez sus inmortales palabras de mando Varios pintores lo exhiben así en sus cuadros.
las primeras lluvias. Las primeras nubes del otoño Ello quizá sea poético, y duélenos despoetizar la pintura; pero la verdad histórica nos obliga a decir que Cordova no lució ese dla sombre ensombrecen el cielo de Turena.
apuntado, sino un blanco jipijapa, y que estuvo muy lejos de herir al noble corcel que lo sustentara en varios combates, acción que habría revesCORPUS BARGA tido caracteres de crueldad y de ingratitud. El Sol, Madrid. La agonía de Anatole France Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica