Liberalism

Repertorio Americano 187 taros grandes sabios, héroes y mártires; 1863, la segunda brillante etapa del liberalismo con Mosquera a la cabeza, y aquella tropa de legisladores que, en el circo de Rionegio, al expedir el código fundamental de la paciente federación concebida en medio de la lucha de emancipación por la inteligencia de Santander, presenció el gigantesco vuelo de elocuencia entre Rojas Garrido, el príncipe del verbo colombiano, y Villoria, el Aquiles del determinismo político. Ohl tiempos fabricadores de luz que aún parpadea en la sombra de la opresión e ilumina el dorso de los páramos del Tolima y del Quindío. después el progreso en procesión de telégrafos, de escuelas, de administraciones honradas y de estudiantes que fueron nues.
tro orgullo, y de luchadores que fueron nuestra prez. Murillo como almirante del periodismo liberal, disipando tinieblas en los entendimientos, como antes nuevo Jesús de la hacienda había hecho camidar camino del crédito a la nación paralítica por la ruina que le causó el partido conservador.
Después, 1876 con Garrapata, la batalla más grande de la nueva Colombia, batalla que fué, según la frase de los maestros, el certamen literario del radicalismo, pues en ella os discípulos con la leche de la enseñanza en los labios, abrumados por el peso del fusil, hicierou murallas de sus pechos y combati ron en favor de la libertad como los hijos de Cornelia.
Sí. 1876 con los Chancos y con Manizales y la Donjuana; con su último esfuerzo, con la última carga contra el elemento de la colonia, que asaltaba las cimas dominadas por nuestro partido; la época en que yo, convertido en combatiente, decía a mis compañeros que morían como los soldados de Esparta: Soldados, firmes como estatuası, Luego el eclipse: Trujillo inepto en el gobierno, aconsejado por los agoreros de la tiranía; se oscurecieron los hori.
zontes de la patria; el cielo se desgajó en tempestades de mal; quedaron desiertos los templos de la república y rotos sobre el ara los símbolos del derecho; y el honor, que era puestra consigna, perseguido. ya no oímos en los colegios el santo rezar de los jóvenes enamorados de la justicia, sino a los frailes en los conventos salmodiando a los dioses de cera del catolicismo.
Después, 1885 con sus desórdenes políticos y, contra éstos, Gaitán y Herpández y los últimos héroes luchando sobre la en.
sangrentada arena, rota la espada y desgarrado el dolmán de pár pura. Era la agonía de nuestro partido, agonía grande, impetuosa como de mar herido por el rayo, imponente como de un emperador romano. No pudo en esta vez el liberalismo regresar de la pe lea con el escudo, y en su bravura cayó sobre él. y Hernández, y Bernal, y Lombada, y Obando muertos sobre el campo. Gaitán, a quien por su gallardo coraje respeto el plomo conservador, espi.
rando en un calabozo.
Vino nueva lucha, la lucha en la desgracia. Yo era el jefe. El Liberal apareció escrito por mí, y la regeneración acostumbrada a la tiniebla se sintió como herida por el rayo de sol. La nueva generación, bautizada en los campos de batalla de 1885, se agitaba como una colmena a mi rededor. En la cumbre del infortunio, yo agitaba el lábaro de redención. Por la fuerza de convicción, por mi empuje de Hércules oprimido, crugieron los cimientos del régimen conservador.
El miedo invadió a los que gobernaban: gritaban con salvaje griterío, y Holguin, dictador, me desterro de la patria.
Había sido mi protegido cuando estuvo en la desgracia. La for tana del crimen lo sublevo, y entonces fué mi verdugo. No lo maldigo: no lo merece. No lo perdono; quedaría honrado. Hasta él no llega mi indignación, hasta el no baja mi clemencia. vosotros, jóvenes del liberalismo, lego mi desprecio por ese hombre, mal padre, mal hijo, mal pariente y peor ciudadano.
Fuerte, con fortaleza de titán para la lucha, este material orga.
nismo mío se siente gastado para la vida por la lenta enfermedad que he tratado de combatir con la esperanza: la nostalgia de la patria; la impotencia del patriotismo.
He soñado muchas veces en una reivindicación por medio de las armas, unico camino que queda para que la causa de la repa.
blica en Colombia vuelva a su perdido predominio. Me han 80brado alientos de espíritu, pero me ha faltado la ayuda de mis antiguos compañeros, los viejos liberales, de quienes se ha apode.
rado el egoísmo natural producido por la edad. Con este mi sueño moriré.
En vano me resisto a perecer. Confío, no obstante, en el es.
fuerzo de los jóvenes. Ellos resucitarán los tiempos mejores, ellos vengarán el ultraje hecho por la regeneración a la madre común.
Una vez muerto, me transformaré en ola y llegaré a las playas de la patria; me transformaré en brisa y pasaré por los viejos campos testigos de mi valor; me transformaré en aire, en resplandor, y estaré existente en la historia, con vosotros, futuros paladines!
He tenido como bien preciado el sentimiento de la justicia; es convicción mía, profunda, la de que la justicia popular ha de revestir en los casos extremos la forma de la venganza. Lego a la juventud esa convicción, Jovenes liberales: La constitución de Rionegro, con pocas modificaciones, es mi credo político: a vosotros lo lego.
De vivir después del triunfo del liberalismo haría juzgar a los hijos infames de la patrin. Esa aspiración os lego.
Os encargo que cuidéis de la federación, y, como alimento de ella la educación popular sin tributos al escolasticismo, libre, laica, científica.
Os recomiendo que reemplacéis la religión católica o cualquiera otra positiva, con la razonable ciencia en los principios demostra dos por la experiencia, No esperéis nada de vuestros antiguos conductores.
Labrad, a fuerza de trabajo propio, vuestra fortuna.
Fuí vuestro hermano y maestro, oidme: os lego mi fardo de faltas y mis montañas de gloria. Cuando escribáis la historia, sed imparciales. Yo sé que la historia me hará justicia.
Saludada por coro de vírgenes aparecerá la nueva aurora para la amada patria. Menos confiada y más práctica, la doctrina libe.
ral, puriacada en el Jordán de la desventura, bará paralelas la misióo de la propaganda y la tarea del gobierno.
Vosotros, jóvenes, con la experiencia de nuestros mayores y la propia, tendréis más que lo que nosotros poseímos.
Con entusiasmo de sectarios los que os precedimos en las faenas políticas ocurrimos a los ricos manantiales de los principios y, como niños regando lluvia, sobre la tierra virgen, el agua de nuestros pensamientos. Sed vosotros más prácticos. Cuidaos de gastar en rigor más de lo que la marcha del progreso requiere. No os durmáis, como nosotros sobre las flores de la gratitud nacional.
Si queréis conquistar el porvenir, no darmáis. El ojo que vigila, está siempre al servicio de la inteligencia que prevee.
Los tiempos de opresión que han pasado, serán a manera de lección. Durante ellos el amor a la libertad si no manifiesto, si se ha aquilatado. El norte de la república no se ha perdido. En me.
dio del deshecho temporal se divisan los seguros puertos. Son libres aún los colombianos. Estérilmente han laborado los que, hasta aquí han buscado el vellocino de oro del despotismo. Sus faltas no pesan sobre el pueblo nuestro. No necesitará Colombia el puñal de Bruto para asesinar a los Césares. Vendrá la reacción moral incontenible y entonces los podrá arrojar al abismo. Los pueblos ascienden por la virtud.
La revolución os aguarda. Vosotros, jóvenes liberales, la servi.
réis con brazos y con inteligencia. Hecho tierra resucitaré en cual, quier forma para alentaros. Confiad. Estaré con vosotros. Si los tira.
nos, vivo me temblaron, muerto, vosotros imitaréis mi ejemplo.
Para cuando sacudáis el polvo de los caminos que tendréis que recorrer para alcanzar el triuufo, para cuando restañéis la sangre de las heridas que en la lucha recibáis, llevad mis restos a la patria, depositadlos en modesta tumba y ensanchadla para que sobre ella se siente la Diosa Libertad.
Moriré tranquilo; sois mis herederos! Con mi protesta en contra del despotismo conservador, og lego mi tradición liberal y mi nombre, y pongo bajo puestro amparo el porvenir de esa patria colombiana, cuyo infortunio no debéis llorar como cobardes. Levantadia de donde yace, con la espada que a veces es idea, y con la voz del cañón, que en ocasiones es el razonar del derecho opri.
mido.
CÉSAR CONTO Guatemala, jualo zo de 1894 Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica