252 Repertorio Americano LA EDAD DE ORO La aventura de Arión.
10. Agua de riego La cosa suele contarse así: Arión, habiendo vivido mucho tiempo en la corte al servicio de Periandro. quiso hacer un viaje a Italia y a Sicilia, como efectiva.
mente lo ejecutó por mar; y después de haber juntado allí grandes riquezas, determinó volverse a Corinto.
Debiendo embarcarse en Tarento, fletó un barco corintio, porque de padie se fiabá tanto como de los hombres de aquella nación. Pero los marineros, estando en alta mar, formaron el designio de echarle al agua, con el fin de apoderarse de sus tesoros. Arión entiende la trama, y les pide que se contenten con su fortuna, la cual les cederá muy gustoso con tal de que no le quiten la vida.
Los marineros, sordos a sus ruegos, solamente le dieron a escoger entre matarse con sus propias manos, y así lograría ser sepultado después en tierra, o arrojarse in.
mediatamente al mar. Viéndose Arión reducido a tan estrecho apuro, pidióles por favor le permitieran ata.
viarse con sus mejores vestidos, y entonar antes de morir una capción sobre la cubierta de la nave, dándoles pala.
bra de matarse por su misma mano luego de haberla concluído. Convinieron en ello los corintios, deseosos de disfrutar un buen rato oyendo cantar al músico más afa. mado de su tiempo; y con este fin dejaron todos la popa y se vinieron a oirle en medio del barco. Entonces el astuto Arión, adornado maravillosamente y puesto el pie sobre la cubierta, con la cítara en la mano, canto una composición melodiosa, llamada el Nomo orthio, y habiéndola concluído, se arrojó de repente al mar. Los marineros, duefios de sus despojos, continuaron su navegación a Corinto, mientras un delfín (según nos cuentan) tomó sobre sus espaldas al célebre cantor y lo condujo salvo a Técaro. Apenas puso Arión en tierra los pies, se fué en derechura a Corinto vestido con el mismo traje, y refirió lo que acababa de suceder.
Periandro, que no daba entero crédito al cuento de Arión, aseguró su persona y le tupo custodiado hasta la llegada de los marineros. Luego que ésta se verificó, los hizo comparecer delante de sí, y les pregunto si sabrían darle alguna noticia de Arión. Ellos respondieron que se hallaba perfectamente en Italia, y que le habían dejado sano y buedo en Tarento. Al decir esto, de repente comparece a su vista Arión, con los mismos adornos con que se había precipitado en el mar; de lo que, aturdidos ellos, do acertaron a negar el hecho y quedó demostrada sa maldad. Esto es lo que refieren los corintios y lesbios; y en Téparo se ve una estatua de bronce, no muy gran de, en la cual es representado Arion bajo la figura de un hombre montado en un delfin.
Agua de manos blandas y livianas, agua maravillada, agua de riego. Como frase de niño que refresca los áridos pensares del abuelo y le ablanda durezas del espíritu, así vas penetrando en el sembrado y haces tuya la tierra: te agradece el terrón, y los brotes te hacen sombra con ingenua iosistencia, porque no halles tan caluroso el sol; y te saludan con temor infantil aquellos tallos todavía distantes. y tá sabes que gravita en el aire un regocijo y una iomensa ternura; y nada dices que son los hijos tuyos!
Agua, corre y fecunda este valle, y pon tus labios en todas las raíces; tú refrescas el corazón del campesino; agrandas stis ocultos monólogos, y abrigas de santidad su aspiración. Son hondos tus rumores para él, pues que le saben a encantos de arboledas, a cercanas desenvolturas de hojas, a visiones de creceres continuos, y le envuelven en un sonar de espigas el espíritu.
Vienes a ser impulso en su latido: verdura y claridad, en su esperanza, acelerada sangre, en el abrazo; calor de besos y arrullar de cupas.
Algún grano de trigo saldrá un día de estos endebles tallos que hoy em papas contar en las hostias el milagro continuo de tus dedos fervorosos.
ERNESTO Guzmán. Lor Poemas de la Serenidad. 11. Clemencia del Mariscal Sucre HERODOTO.
Meses después fué aprehendido en el palacio presidencial de Chuquisaca en altas horas de la noche, y cerca de la puerta del dormitorio del mariscal, el coman.
dante Valentín Morales Matos, armado de un puñal; interrogado por los edecanes de guardia, confesó que se había propuesto matar al general Sucre por haberle despachado desfavorablemente una solicitud introducida en el Ministerio de la Guerra. Sometido al día siguiente a un Consejo de Guerra, presidido por el general Lanza, se le condenó a muerte. Arrójase la madre del reo a los pies de Sucre, pidiéndole el perdón de su hijo, y ha.
ciéndole saber que era un mozo violento de carácter, capaz de un crimen en un arrebato de cólera, pero capaz (Los Nueve Libros de la Historia. 2) Señor de Corinta. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica