Repertorio Americano 173 LA EDAD DE ORO 69. Dar Todo hombre que te busca, va a pedirte algo.
El rico aburrido, la amenidad de to conversación; el pobre, tu dinero; el triste, un consuelo; el débil, un estí.
mulo; el que lucha, una ayuda moral.
Todo hombre que te busca, de seguro va a pedirte algo. tú osas impacientarte. tá osas pensar. qué fag.
tidio!
IIo feliz! ILS LEY escondida que reparte misteriosa.
mente las excelencias, se ha digoado otorgarte el privile.
gio de los privilegios, el bien de los bienes, la prerroga.
tiña de las prerrogativas: IDAR. Itú puedes DAR!
En cuantas horas tiene el día, tá das, aunque sea una sonrisa, aunque sea un apretón de manos, aunque sea 10a palabra de aliento. En cuantas horas tiene el día, te pareces a ÉL, que no es sino dación perpetua, difusión perpetua y regalo perpetuo!
Debieras caer de rodillas ante el Padre y decirle. Gracias porque puedo dar, Padre miol; inunca más pa.
Bará por mi semblante la sombra de una impaciencia!
Mafiapa cuando duerma la Anciana, gerta y muda, lejos del mundo vivo, bajo la oscura tierra, donde otros, en la sombra, desde hace tiempo están del nieto a la memoria, con grave són que encierra todo el poema triste de la remota infancia cruzando por las sombras del tiempo y la distancia de aquella voz querida las notas vibrarán!
Los de Rique, alfeñique triqui, triqui, triqui, tran! en tanto en las rodillas cansadas de la Abuela con movimiento rítmico se balancea el niño y ambos conmovidos y trémulos están, la Abuela se soprie con maternal cariño mas cruza por su espíritu como un temor extrafio por lo que en lo futuro, de angustia y desengafio los días igoorados del pieto guardarán.
Aserriol Taserrán!
Los maderos de San Juan piden queso, piden pan, los de Roque alfandoque, los de Rique alfefiique triqui, triqui, triqui, tran!
triqui triqui triqui tran!
JOSÉ SILVA (El Libro de Versos. En verdad os digo que vale más dar que recibirl)
AMADO NERVO (Plenitud 70. Los maderos de San Juan IAserrip!
laserráni Log maderos de San Juan, piden queso, piden pan, los de Roque alfandoque, los de Rique alfeßique los de triqui, triqui, tran! en las rodillas duras y firmes de la Abuela, con mov ento ritmico se balancea el pito y ambos agitados y trémulos están, 1a Abuela se sonríe con maternal carifio mas cruza por su espíritu como un temor extraño por lo que en lo futuro, de angustia y desengaño los días ignorados del pieto guardarán.
Los maderos de San Juan piden queso, piden pan!
iTriqui, triqui, triqui, tran!
Esas arrugas hondas recuerdan una historia de sufrimientos largos y silenciosa angustia y sus cabellos, blancos, como la nieve, están.
De un gran dolor el sello marcó la frente mastia y son sus ojos turbios espejos que empafiaron los años, y que, há tiempos, las formas reflejaron de cosas y de seres que nunca volverán.
Los de Roque, alfandoque triqui, triqui, triqni, tran!
71. Por qué amamos a Humboldt Para nosotros, venezolanos, Humboldt; es, no sólo la gran figura científica del siglo xix, sino también, el amigo, el maestro, el pintor de nuestra Daturaleza, el corazón generoso que supo compadecerse de nuestros des.
gracias, compartir nuestras glorias y elogiar nuestros triunfos. Hay algo más todavía que nos hace fraternal su memoria; es la historia de la familia, porque cuando ésta ha vivido aislada, sin contacto con el mundo social, con el arte, con la ciencia; cuando ella no ha tenido por com.
pañeros sino su cielo, sus montañas y sus rlos, su paturaleza virgen, ansiosa de encontrar el hombre que descifrara 808 grandes enigmas o del artista que interpretara sus variados panoramas, entonces es cuando la visita del pri.
mer huésped ilustre deja en la atmósfera del hogar un recuerdo inefable que se trasmite de padres a hijos.
Un día, en aquellos en que el comercio del mundo estaba cerrado a nuestras costas, en que la presencia del hombre ſeuropeo era un acontecimiento para nuestros pueblos, en aquellos en que vivíamos sin prensa, sin co.
municaciones que nos enseñaran el progreso del mundo, aislados, silenciosos, viviendo como la caravana del de.
sierto sin más testigos que la naturaleza, pisó Humboldt nuestras playas. Llegaba vestido de pasaportes reales y armado, no con la espada del mandarin, espiritu pasivo, en cuya conciencia obraban, en aquella época, más las Órdenes escritas que las necesidades de los pueblos; sino con los instrumentos de la ciencia, de la benevolencia del sabio, de la Justicia del espíritu cultivado, del amor a la Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica