Repertorio Americano 85 Corascantes los ojos y la cola rastrera, an jaguar convulsivo tras los troncos espera replegando los nervios de la zarpa brillante; Elogio de Ricaurte y con súbito golpe, bajo el salto violento, hace presa; y al trueno del rugido triunfante corre sobre los montes hondo estremecimiento. El Diario Nacional, Bogotá)
Palabras de GUILLERMO VALENCIA at recibir el monumento que glorifica a RICAURTE.
inaugurado en Bogotá el jueves de agosto, las de la tarda. De la Primera Parte. Cantadora sencilla de una gran pesadumbre, entre ocultos follajes, la alor torCAZ acongoja las selvas con su blanda quejumbre picoteando arrayanas y pepitas de agraz.
Arrurruuuu. canta viendo la primera vislumbre; y después, por las tardes, al reflejo fugaz, en la copa del guáimaro que domina la cumbre ve llenarse las lomas de silencio y de paz, Entreabiertas las alas que la luz torpasola, se entristece, la pobre, de encontrarse tan sola; y esponjando el plumaje como leve capuz, al impulso materno de sus tiernas entrañas, amorosa se pone a arrullar las montañas.
y se duermen los montes. se apaga la luz!
10 En la estrellada noche de vibración tranquila descorre ante mis ojos sus velos el arcano, y al giro de los orbes en el cenit lejano ante mi absorto espíritu la eternidad desfila.
Avido de la pléyade que en el azul rutila, sube con ala enorme mi Namen soberano, y alta de ensueño, y libre del horizonte humano, mi sien, como una torre, la inmensidad vigila, Excelentísimo señor Presidente de la Junta del homenaje a Ricaurte, señoras, señores: honorable Senado de la República me confi6 el encargo de recibir, a nombre del Congreso Nacional, este monumento alzado para glorificar al héroe de San Mateo; y si es de justicia recordar ahora a los patriotas que iniciaron labores con tal fin. de ellos sobreviviente uno tan solo para gloria de Colombia, y desapareci.
dos en hora infausta los demás apremia publicar desde aquí un testimonio de reconocimiento, a nombre del país, al celo de la Beganda junta que da cima a la obra, dejando cumplida así la voluntad del cuerpo soberano que asocia también, en su tributo congratulatorio, al artista español, creador del monumento, por él mismo plasmado con entusiasmo de patriota, con fervor de artífice y nobleza de hidalgo. Quede, pues, la grandiosa fábrica al amparo de la ciudad materbal, en memoria del acto Goico, y para veneración de todos.
El año de 1813 y comienzos del siguiente fueron una hora máxima por lo trascendental y gloriosa, para Nueva Granada y y Venezuela, y en grado no menor acaso, para la obra total de la emancipación, por las fecundas proyecciones de aquellos días 60bre la figura del Libertador y el éxito futuro de sus empresas.
Bolívar, el Genio de América, existía reconcentrado eu si propio, cercado por los cantiles de la conciencia de su dueño, semejante a un piélago que los hombres aún no han visto. Después del Señor, sólo el Genio sabía la profundidad de su simas; el polimorfismo de su vida interior; el ímpetu ascendente para amo tidar olas y desencadenarlas al influjo de un ritmo proceloso y sabio; la bora para abrir los vórtices fatales y la de mullir el ca.
mino de gasas y de perlas. Oh, Santa Fe, que creíste sin ver, que admiraste antes que padie la grandeza del mar, y adivinaste al Genio en esas horas aciagas en que alguien dijo. El pueblo se opone eu propio bien; el soldado republicano es mirado con borror; no hay un hombre que no sea nuestro enemigos, Esta patria acudió al llamamiento de Bolívar con un puñado de valientes que evocan a los trescientos en el desfiladero de la materna Hylas. Cundinamarca, Cartagena, Cúcuta, Mompós, Pamplona, Socorro, Tunja ofrendaron en valor floreciente: a Girardot, Concha, Guillén, Mantilla, Narváez, Ramírez Ribón y Vigil. Bogotá confi6 su honor y su esperanza aquel soberbio coro de eupátridus que se llamaron para las edades, los Ricaurtes, Ortega, Vélez, Maza. los París y Elhuyart. Desde Cácuta a Caracas la campaña íué rápida, precisa y esplendente como la marcha de un cometa que, si velo por un instante su cauda, de múrice triunfal tifibla en Cúcuta, la Grita, Carache, Niquitao, Horcones, Taguanes, Mirador y Las Trincheras: que brilló con luz de siglos sobre la atormentada colina a la que dio Atanasio su propio nombre de inmortal, y se inflamó finalmente para la eternidad, entre la redentora fulguración de San Mateo.
Nombre evocador entre todos los hombres. Cuarenta días de lucha sin reposo y cuarenta noches de insomnio vigilante; diluvio de sangre y de fuego en torno del arca débil en que navegaba la Esperanza. Fué el campo de cita para dos ideas y dos hombres: la tradición que reivindica, y la libertad que reclama: Boves y Bolívar. Era el instante en que la idealidad baja a la tierra y se hace carne y hueso. Representaba Boves un pasado; venía a cobrar, en nombre de tres siglos, la labor tesonera, la inexhausta magnanimidad de quien ofrendara sus jogas para descubrir y su sangre para vivificar, bajo el signo de an pendón que cantaba la unidad gloriosa tras de la Reconquista: un afortunado imperialismo de Oriente a Ocaso: los Códigos del Rey Sabio contrapesando el plato en que ponderosamente gravitaba Cervantes; el mapa.
mundi engrandecido; la pontifical linea roja que partia dominios Mas no se sacia el alma con la visión del cielo: cuando en la paz sin límites al Cosmos interpelo, lo que los astros callan mi corazón lo sabe; y luego una recóndita postalgia me consterna al ver que ese infinito, que en mis pupilas cabe, es insondable al vaelo de mi ambición eterna. De la Segunda Parte. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica