Repertorio Americano 165 armonías que despertaron, en vosotros, el sueño re.
parador y el ensueño maravilloso. iltil. De dónde venís?
Miltil. Quién os hizo surgir, con tanta delicadeza, del fondo oscuro en donde seguramente dormíais?
Do. Una madre amorosa que deseaba calmar las triste.
zas de su hijo desgraciado.
Re. Un corazón materno que quiso llenar de ilusiones el sendero encantado por el que había de seguir el hijo de sus amores.
Mi. Una patria adorable, madre ella también; madre de madres, que quiso llevar a sus hijos a la defensa del hogar sagrado, a la lucha, a la victoria. Fa. Una madre angustiada que, en medio de sollozos rítmicos, dispuso acompañar al pedazo de su alma hacia regiones vaporosas en donde reipan la Muerte y el Silencio.
Sol. Fueron las ansias maternas de todos los momentos las que a nosotras nos hicieron nacer.
La. iY vivir en el alma de los hombres!
Si. IY domipar en el mundo y en los mundos!
Las notas, en alegre algarabía, van desapareciendo lentamente, como se desvanecen los ultimos compases de una serenata deliciosa eu el silencio arinopioso de una noche de lupa.
Tiltil. iLa música me entusiasma! Quiero ser músico, quiero.
Millil. No quieras nada porque aquí vienen dos raras parejas que, seguramente, han de hacerte cambiar de opinión.
Entran Barba Azul, el de la terrible y vengadora espada, del brazo de la humilde y bella Cenicienta. Con ellos vienen, en íntimo coloquio, la ingenua Caperucita Roja y el astuto Caballero Lobo de la fábula ingrata.
Afillil. cómo lográsteis eso, amables mujercitas?
Lobo, Mira cuán curiosa es la chiquilla!
Tillil. Eso querías?
Caperucita. Tiene derecho a saberlo: lo logramos por medio del amor.
Tiltil. Del amor profano, como dice el cura de mi aldea?
Cenicienta. Por medio del amor divino entre todos los anores: iel amor de madre!
Millil. No comprendo.
Lobo. Si yo era malo, si asaltaba a quienes cerca de mí llegaban lo hice porque nadie supo inculcar en mi alma la bondad.
Barba Azul. Ni el Caballero Lobo ni yo, conocimos las dulzuras de la infancia, esas inefables dulzuras que se experimentan cuando se apoya la soñadora cabeza en el regazo tibio de una mujer que es toda amor.
Lobo. No supimos de canciones armoniosas que fueran evocando, en nosotros, el ansia de hacer el bien por la sola satisfacción de hacerlo.
Barba Azul. No nos enseñaron a ser buenos, desde muy pequeños pos lanzaron a la vida.
Lobo. sufrir hambre!
Barba Azul. pasar frío!
Cenicienta. No conocieron el cariño materno!
Millil. vosotras?
Lobo. Ellas nos hicieron saborear las delicias del más grande de los amores.
Barba Azul. Con ternura sin igual, como si fuésemos chiquillos, nos fueron dirigiendo, inculcaron en nues.
tras almas el apsia iosaciable de ser buenos.
Lobo. lo fuimos sinceramente.
Barba Azul. lo somos de corazón.
Caperucila. lo serán con toda el alma.
Tillil. Cómo hicisteis para comprender que lo que les faltaba era el amor de la madre?
Cenicienta. Porque también yo, en mi infancia dolorosa, crecí sin el cariño desinteresado de una madre. Al sentir el calor sofocante de la cocina llena de humo, comprendi que algo we faltaba: el calorcito delicioso que sólo se encuentra en los brazos maternos.
Caperucita. Que al fin encontraste cuando el Hada bienhechora.
Millil. Cuál. Esta que nos acompaña. Caperucita. Esta u otra; todas son igualmente generosas, Cenicienta. Cuando el hada bien lechora convertía lus harapos en vistosos vestidos, las calabazas en coches de lujo y los traviesos ratoncitos en briosos caballos que me llevaban al baile en donde.
Lobo. Perdiste el zapatito winúsculo como otras, en los mismos bailes, pierden cosas que valen mucho más que un escarpin de muñeca.
Barba Azul. No seas malicioso, Caballero Lobo, no seas malicioso.
Lobo. Tienes razón; mucho cuesta, en verdad, olvidarse que lobos somos.
Lobo. No logro comprender, deliciosa Cenicienta, cómo pudiste domipar al Caballero de la Barba Azul a quien todos y todas, principalmente todas, temían cop razón.
Cenicienta. Tampoco yo me explico en cuál forma la ingenua Caperucita ha dominado tus instintos san.
guinarios, haciendo de ti el más caballero entre los caballeros.
Barba Azul. Realmeute me siento otro. Ya no dudo de cuantas personas se acercan a mí, ya no veo malicia en todas las miradas di traición en todos los gestos.
Lobo. Te bas saturado de confianza?
Barba Azul. IAsí lo creo!
Lobo. iMalo, malísimo!
Caperucita. Por qué dices eso, Lobo mío?
Cenicienta. Quieres aparecer más malo de lo que realmente eres?
Caperucita. No digas que es malo mi Lobo, Cenicienta amiga. Es tan delicado!
Barba Azul. Ya no le gusta engañar a las abuelitas que muy bien envueltas están en sus sábapas de suave holanda?
Cenicienta. No seas murmurador, Barba Azul.
Barba Azul. Ya no se burla de las ingenuas chiquillas que encuentra en el bosque solitario?
Lobo. Todo eso que antes era mi encanto, ya no me satisface. Me parece obrar contra los buenos deseos de mi dulce Caperucita.
Barba Azul. Eso mismo digo yo: la Cenicienta humilde pudo más que las damas aristocráticas con las cuales, equivocadamente, quise upir mi suerte en desigual matrimonio.
Algo distraído, por íntimos pensamientos, ha entrado Polichinela, quien al escuchar la frase ultima pronuuciada por el Caballero Lobo, se adelanta y dice: Polichinela. Así como cuesta olvidarse que, en este mundo del eterno juguete, estamos obligados a reír y a hacer reír.
Cenicienta. Sufres, amigo Polichinela?
Lobo. Sigue la eterna enfermedad de la inconstante Co.
lombipa?
Tiltil. Cuál enfermedad?
Barba Azul. Muy pequeño estás para conocerla y para comprender sus múltiples consecuencias.
Millil. No preguntes lo que no puede interesarte. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica.