120 Repertorio Americano porque eu él encontraron el fulgor rutilante de los astros.
los indios con corbata de los tiempos actuales.
invoca la justicia, la lealtad, la hidalguía, para que regeneren el alma a los banqueros y a los politiqueros que viven en New York.
Esa es una grau cosa: adinirar los objetos que están a nuestro lado y. simplemente porque eu ellos encontramos algo de parecido con cosas de lo alto. por fin, recordemos que eran como nosotros: sus mujeres tenían grande amor al trabajo y amor a los placeres; y los hombres tenían sentimientos de orgullo, valor y gallardía y también un ardiente amor a sus mujeres.
Pero otros países se esfuerzan y trabajan; su trabajo es un himno compuesto en tu loor; México, por ejemplo, se agita, bulle, bierve, y va por los caminos serenos del honor. eso es ver al contrario de muchos, en los cuales.
gravitan vagamente lo ruín y lo prosaico, que estiman las estrellas porque a ellos les parece que acaso sean iguales a estas bagatelas que los rodean, abajo.
Por todas esas cosas, joh América!
te bendecimos hoy con la completa pompa de todos los rituales, pues tu futuro magno se yergue imperturbable sobre tu vieja raza viril y formidable, y ardorosa y fecunda como tus misteriosas mesetas tropicales. como México, otros: Argentina es una escuela de ideal; Chile también se mueve, y en los otros países, por lo menos se agita el grupo intelectual.
Los indios adatiraban la luz que se extendia sobre las vigorosas y fértiles llanuras, pero tenían un culto inás profundo y más alto para las luminarias que van por la anchurosa quietud de las alturas. ahora, de tu presente mejor diganios poco, que no es muy halagüeña tu situación, tu estado actual: eres ánfora llena de promesas y esperanzas pero hay algunas cosas que van un poco mal.
Los de origen latino trabajaremos mucho ante la amenaza terrible del Tío Sam: en su trabajo fuerte iremos a imitarlo, y ante sus falsías alzaremos radiante nuestra fuerza moral.
Adoraban el sol, la luna y las estrellas; era un dios para ellos cada bello planeta y al mirar la sonrisa de cada lucesita!
se sentían como viejos con barba de Profeta.
América, tá empiezas allá, en el Polo Norte y terminas allá, en el Polo Sur; eres deidad enorme viviendo bajo un cielo de perlas y de azur, Por eso te creemos una caldera llena que no hace más que beryir; avanzas, como una peregrina histérica, pero verás un día sobre tus sienes una diadema de oro relucir. se sentían viejos, y en su semblante adusto se reflejaba el mundo de lo desconocido; sus almas emigraban hasta el azul sereno y volvíay angustiados conio de un legeudario Paraíso Perdido. tienes hijos libres, pero otros esclavos sobre los que otros, graudes derramaron su hiel: Uncle Sam, por ejemplo, es un viejo muy rico y es tu hijo también, pero por sus banqueros y por sus diplomáticos se ha hecho un viejo terrible, voraz, astuto y cruel. Oh América! He aquí lo que más quería decirte: tu porvenir es grande, parece un cofre de oro con corazones rojos.
He columbrado el porvenir que te espera o te busca.
en el mar impetuoso de las horas.
Erau iudios con alma como todos los seres; latía en sus entrañas un corazón ardiente como en todos los hombres; y la pueva cultura que llegaba de Europa los llamo indios salvajes porque andaban desnudos casi todos, y por eso juzgaron que eran tontos y rudos.
Por supuesto que el pueblo a tus grandes ideales habrá seguido fiel: es un gran hormiguero diligente, esforzado, es un enorme enjambre laborando su mniel.
Se escuchan melodias que llegan hasta el alma; es un tropel de ideas vehementes y sonoras; parece que incitaran a tus hijos que piensau a beber en el cáliz dorado de las horus. esa nueva cultura fué perdiendo los iudios, que morían, fatigados allá en los arrabales, y en vez de ellos quedaron.
los otros, indios blancos, Pero esos banqueros, que son tan peligrosos, vau socavando siempre tus moradas de honor; job América!
Lo malo ha de quedarse; lo walo ha de rodar por las laderas del olvido, que es un enorme abismo; se quedarán los pecios y los politiqueros, los prestamistas con sus dineros Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica