214 Repertorio. Americano Página lírica Yo sé que como el hombre fué siempre zarpa dura; la catarata, vértigo; aspercza, la sierra, Tú eres el vaso donde se esponjan de (dulzura los nectarios de todos los huertos de la Tierra!
de Gabriela Mistral DOLOR su sombra, LA ESPERA INUTIL LOS SONETOS DE LA MUERTE ¡Arráncalo, Señor, a esas manos fatales o le hundes en el largo sueño que sabes dar! Yo me olvidé que se hizo ceniza tu pie ligero, y, como en los buenos tiempos, salí a encontrarte al sendero.
Del picho helado en que los hombres te (pusieron, te bajaré a la tierra humilde y soleada.
Que he de dormirme en ella los hombres no supieron, y que hemos de soñar sobre la misma (almohada. No le puedo gritar, vo le puedo seguir!
Su barca empuja un negro viento de (tempestad.
Retór dalo a mis brazos o le siegas en flor. Pasé valle, llado y río y el cantar se me hizo triste, La tarde volcó su vaso de luz y tú no viniste!
Se detuvo la barca rosa de su vivir.
Que no sé del amor, que no tuve piedad?
iTa, que vas a juzgarme, lo comprendes, Señor!
Te acostaré en la tierra soleada con una dalcedumbre de madre para el hijo dormido, y la tierra ha de hacerse suavidades de cuna al recibir tu cuerpo de niño dolorido.
El sol fué desmenuzando su ardida y muerta amapola; flecos de niebla temblaron sobre el campo. Estaba sola!
INTERROGACIONES ¿Cómo quedan, Señor, durmiendo los ouicidas. Un cuajo entre la boca, las dos siepes (vaciadas, las lunas de los ojos albas y engrandecidas, hacia un ancla invisible las manos (orientadas?
Al viento otoñal, de un árbol crujieron los secos brazos, Tuve miedo y te llamé. Amado, apresura el paso!
Luego iré espolvoreando tierra y polvo de (rosas, y en la azulada y leve polyareda de luna, los despojos livianos irán quedando presos.
Die alejaré cantando mis venganzas (hermosas, porque a ese hondor recóndito la mano de (ninguna bajará a disputarme tu puñado de huesos. Teogo miedo y tengo amor, jamado, el paso apregura. Iba espesando la noche y creciendo mi locura. Tú llegas después que los hombres se (han ido, y les bajas el párpado sobre el ojo cegado, acomodas las vísceras sin dolor y sio ruido y entrecruzas las manos sobre el pecho callado?
Me olvidé de que te hicieron sordo para mi clamor; me olvidé de tu silencio y de tu cárdepo albor; II Este largo cansancio se hará mayor un día, y el alma dirá al cuerpo que no quiere (seguir arrastrando su masa por la rosada vía, por donde van los hombres, contentos de (vivir.
El rosal que los vivos riegan sobre su bucsa ¿no le pinta a sus rosas unas formas de (heridas?
200 tiene acre el olor, siniestra la belleza y las frondas menguadas de serpientes tejidas?
de tu inerte mano torpe ya para buscar ni mano; ide tus ojos dilatados del inquirir soberano!
Sentirás que a tu lado cavan briosamente, que otra dormida llega a la quieta ciudad.
Esperaré que me hayan cubierto (totalmente.
iy después hablaremos por una eternidad! responde, Señor: cuando se fuga el alma, por la mojada puerta de las hondas heridas, centra en la zona tuya hendiendo el aireren (calina o se oye un crepitar de alas enloquecidas?
La noche engancho su charco de betún; el agorero bubo con la horrible seda de su ala rasg6 el sendero.
Sólo entonces sabrás el porqué, no madura para las bondas huesas tu carne todavía, luviste que bajar, sin fatiga, a dormir.
No te volveré a llamar, que ya no haces tu jornada; mi desnuda planta sigue, la tuya está sosegada. Angosto cerco livido se aprieta en torno (suyo. El éter es un campo de monstruos florecido?
En el pavor no aciertau pi con el nombre tuyo. lo gritan, y sigue tu corazón dormido?
Se hará luz en la zona de los sidos, oscura; sabrás que en nuestra alianza sigao de astros había y, roto el pacto enorme, tenías que morir.
Vano es que acuda a la cita por los caminos desiertos. No ha de cuajar tu fantasma entre mis brazos abiertos!
III LA OBSESION No hay un rayo de sol que los alcance un (día. No hay agua que los lave de sus estigmas (rojos. Para ellos solamente queda tu entraña fría, sordo tu oído fino y apretados tus ojos?
Malas manos toparon tu vida desde el día en que, a una señal de astros, dejara su plantel nevado de azucenas. Eu gozo florecía.
Malas un nos entraron trágicamente en él.
Me toca en el relente; se sangre en los ocasos; me busca con el rayo de luna por los antros. yo dije al Señor: Por las sendas (mortales le llevan. Sombra amada que no saben guiar!
Tal el hombre asegura, por error o malicia; mas yo, que te he gustado, como un vino. Señor, inientras los otros siguen llamándote (Justicia, no te llamaré nunca otra cosa que Amor!
Como a Tomás el Cristo, me hunde la mano pálida, por qile no olvide, dentro de su herida mojada. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica