318 Repertorio Americano Poemas ingenuos EL ZAPATERO DE LA CENICIENTA Si bajo tu aspecto de oveja inocente no te adivinaran, Cenicienta mía, la estrella que un día te cayó en la frente desde tus dos ojos te denunciaría. Esos ojos tuyos de brillo angustiado, borrachos de ensueño, locos de pasión, son como dos chispas que se te han saltado de la brasa roja de tu corazón. Te acuerdas. te acuerdas de cuando en tu casa cocinar te bacían. Reina del fogón!
Desde entonces tienes corazón de brasa, cabellera de humo y ojos de carbón.
Caperucita Roja: yo sé que tú eres buena; tú eres buena conmigo como nadie lo fué. La herida de mi flanco no te da acaso pena. Por qué no arrancas, dime, la espina de mi pie?
Estoy enamorado de ti, Caperucita. Enamorado un lobo? Sí: un lobo. por qué no?
Tu espejo te habrá dicho cómo eres de bonita; que cómo eres de buena ya te lo he dicho yo.
Si yo fuese Poeta tal me siento a tu lado!
escribiría un cuento de profunda intención, para narrar mis cuitas de lobo enamorado que se arroja a tus plantas auilando una canción.
Se acabó, pues, tu cuento, Caperucita Roja. Este lobo es un lobo que llega a tu país en són de paz, y trémulo a tus plantas se arroja.
Este es el lobo hermano de Francisco de Asís. No oyes de las violas el arrullo blando. Es el baile regio. Tu Príncipe amigo, aunque se fastidia, te sigue esperando; pero es sólo en gracia de que estás conmigo.
Yo te retuviese; mas tu Hada madrina quiere que esta noche vayas a bailar: te viste con blanca seda de la China y ciñe a tu frente rama de azahar.
Caperucita Roja, ten piedad de tu lobo!
Cúbreme de caricias y acogeme en tu hogar: ya ves que no te mato, ni siquiera te robo; ipero bien que quisiera llegarte a devorar. EL MADRIGAL DE BARBA AZUL ¿Cómo vas al baile con traje de bodas?
Cenicienta mía. Te piensas casar. Todas mis fugaces ilusiones, todas, sienten que la tierra las arroja al mar. Sube a mi torre, mi buena hermana. No olvides sólo que es de cristal; y se podría por lo liviana romper, si dieses un paso mal. Pues ya que no puedo besarte en la frente, zapatero tuyo, me arrodillaré, para, así, tomarte resignadamente con un solo beso medida del pie.
Sube a mi torre. Desde su altura, te será fácil el mirar si vienen dos ojos por la llanura. aunque sospecho que están ya aquí. Sabes por qué intento, como fin de cuento, zapatero tuyo ser en mi canción?
Porque al elevarte con el pensamiento, siento tu pie encima de mi corazóu!
Vivo esperando yo unos dos ojos que abran las puertas de esta prisión, donde me tienen que hallar de hinojos en una inútil imploración.
EL LOBO ENAMORADO La boca seca de tanto beso, la lira ronca de tanto són, se me figura que vivo preso; pero,. ay! no dentro de un corazón.
Volcando el cofre de mis placeres, de mis ensueños rasgando el tul, veo el desfile de ocho mujeres, como en la historia de Barba Azul.
Ten piedad de to lobo, Caperucita Roja!
Tanto corrí en la tierra, tánto padé en el mar, que he perdido los dientes y mi garra está floja: ime faltan fuerzas para llegarte a devorar!
Pienso, jay! que ya muy tarde te encontré en mi camino: si fuera en otros tiempos, iqué suutuoso festín diérame en el encanto de tu cuerpo divino, con sabor a canela, con olor a jazmín. Cuéntale a la Abuelita todo el mal que me han hecho: pídele que me tome bajo su protección; y que sólo me deje reposar en su lecho para en él apretarte contra mi corazón.
Ocho mujeres han sido mías; pero yo de ellas lo he sido más. Pagué tão caro mis alegrías que ya no quiero ver hacia atrás. Gasté la vida, mi bermana buena, con ellas tanto, que tú quizás Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica