Repertorio Americano 216, 119 ¡Salve, América!
Aquellos liombres fueron indios de piel morena como la arena tibia de los deșiertos áridos; indios dignos de gloria que después del oscuro, y fiero coloniaje se quedarou enjutos, tacituruos y escuálidos. Oh América!
Permite que tu glorioso numen me dé ardor suficiente para decirte. Salve. Quiero decirte «Salve, en estas horas vagnas en que el mundo se mueve violentamente, y tú eres un cáliz rebozando las esperanzas cálidas. futuro que es mañana entoparán sus himnos que como mariposas se irán a los jardines en flor de las alturas, alla do está tu numen radiante y pensativo inspirando tus poetas, alumbrando tus sabios y filósofos y cuidando tus joyas de olímpica hermosura!
Sin embargo, su nombre será eterno y ardiente, y al través de la historia ha de brillar, flauigera, el alma palpitante que enardeció la sangre y agitó las entrañas calientes del indígena.
Quiero decirte «Salves con todos mis sentidos, religiosamente, como aquellos indígenas ante ídolos de oro antes de que llegara Colón el Almirante.
América, tu mafiana glorioso tiene una base firme: tu mañana se yergue sobre el granito fuerte de tus antiguos hombres: indios de piel oscura pero de alma clara, indios que fueron dignos, sobradamente dignos de ser llamados hombres.
Porque su alma fué graude, y el frenesí supremo que hervía y que apinaba las fibras de sus músculos, fué un frenesí tan puro y un frenesí tan noble; brillarán en la historia como pubes violáceas pasaudo aute el incendio feroz de los crepúsculos.
Permite que te hable hoy, día en que tengo la mente recargada de líricas visiones, con el fervor de un hijo que siente que eu sus venas camina sangre pura, sangre pura y fecunda como las aguas limpias que atraviesan cantando tus soledades vírgenes! sobre ellos hoy se habla: hay deseos de saber su muy remoto origen, hay deseos de saber cuál fué la buena tierra que produjo esos bravos y valerosos hijos.
Si; ante el ocaso languido que es la página blanca y eterna de la historia, en loor a los indios sonaráu las trompetas broncíneas y potentes los regios paladines vepidos de la gloria!
Quiero cantarte, América: y querría por eso, hacer vibrar las fibras de mi alma con un ebúrneo plectro de brillo soberano.
Quiero cantarte, América, con todos los ardores, con el fervor más grande de quieu siente el orgullo de ser americano!
Unos hay que afirman que vinieron un día de las estepas frías y lúgubres del Asia, pero hoy parece cierta que fueron los sufridos y laboriosos hombres que otro tiempo vivieron sobre el suelo fecundo de la Atlántida.
Después de mucho tiempo, tal vez, cuaudo se quiera representar orgullo.
valor y bịzarría, se grabará uu indígena.
sobre una plancha de. oro, y el indio será de oro como el fuigor del día.
Tú puedes alentarpos, puedes fortificarnos como ya lo habéis hecho: coucentrando la mente de los hombres de ciencia, presentando paisajes de ensueño a los poetas y haciendo ante los ojos de los agricultores mundos de fantasía con rosadas, purpúreas y blancas florescencias.
Pero, no nos importe saber su procedencia; importenos saber que aquellos bravos indios para quienes lo malo fué simplemente una revelación quimérica, tomaron su coraje, valor y gallardía de tus entrañas vírgenes de las entrañas puras y tuyas, Santa América. ante tal indio de oro los hombres algún día evocarán el brillo de los tiempos pasados, y verán que si Grecia dio filósofos altos el Nuevo Mundo dio hombres viriles y forbidos. orgullosos y bourados.
América, ideidad fascivadora, fecunda cual la tierra que te dieron los cielos, y bella como una divinidad olímpica. si alguieu objetase que fueron todos ellos crueles y belicosos, podríanios combatirle con sólo un argumento: su estrella fué ser hombres soberbios, altaneros, fuertes y valerosos.
Fuiste prodiga, buena: ipfundiste en tus hombres tu ardor sauo y eterno, tu gran ardor volcánico, que brillaba en los ojos de tus soberbios hijos con un semidivino furor caupolicánico. Oh América!
Turris eburnea del planeta en que los sacerdotes del futuro Despreciaron el oro en el sentido en que hoy los hombres lo veneran. y sólo lo admiraron Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica