336 Repertorio Americano El tesoro Llevo en wí lo mejor de mi padre y mi madre, que en mí es vida gloriosa, y lo mejor del hijo y de la esposa, y así está en wí todo el amor.
Lo que en mi inadre fué belleza y en mi padre vigor y nobleza, en la esposa fé segura y en el hijo terpura, ilupiina mi corazón con esplendor absoluto, como la talla que al diamante bruto en sesenta y seis rayos le da la perfección.
Llevo en mí la Patria entera, que es una dulzura cordial, como la miel del panal llera en una gota la pradera.
Llevo a los días por claros testigos de mi honrado y cuerdo afán, y llevo la amistad de los amigos como el cesto lleva pan.
Llevo un doblón de luna en mi cofre abierto, y la cebada del asno muerto en el saco roto del refrán. Llevo en la leve nieve de mis cabellos grises la serenidad de alturas ulteriores.
Llevo la inmensidad del mar, y de los países, como una pompa de jabón los colores. por tu gracia llevo, oh Bien Amada, ya que alcancé, pepaudo, a merecer en mi amargura desasosegada, tu cruel amor cicatrizado en perla.
Terrible amor que en lo hoodo de su encierro dió temple de Heroísmo a la ventura, con la viril fidelidad del hierro que besa hiriendo y que con sangre jura.
Llevo en lo profundo de mis ojos, millares de soles y estrellas, con que me revelaron la hermosura del mundo los días claros y las noches bellas.
Llevo los espíritus esenciales con que siento dilatarse mi seno en la felicidad de los rosales y en tu aroma de sándalo moreno.
Así mi olfato resume todo el perfume que supe aspirar; y como total primicia, llevo en mi gusto la delicia del beso, el vino y el manjar.
Fluída por mis cañas rusticanas, llevo en mi oído toda la armonía; y en juvenil perpetuidad loza nas, redondea mi tacto las inauzapas del Edén que de nuevo perdería.
Llevo el ingenio y la filosofía de los libros que me dieron su ciencia. cuando la borrasca nieya y bufa, tengo la experiencia que es la carretada de leña de mi estufa.
y digna de todo cauto, y por eso valen tanto.
tu íntimo diamante y tu perla escondida.
No angusties lo breve de tu vida dichosa, con el enigma que en la tumba empieza.
Aprende, hojeando el libro de la rosa, que el destino total de su belleza la for lo alcanza con morir berinosa.
La verdad de las rosas es la buena.
Fulgura en su santuario el dios tremendo; mas todo templo, al fin, se hunde en ja arena.
sólo las rosas siguen floreciendo.
No arriesgues tu oro en complicada alquimia.
Sea una noble sencillez tu fuerza. para que tu mosto po se tuerza, bébetelo todo, antes de la nueva vendimia.
Que una ebriedad ligera tu alma encante con su llama dichosa y fútil.
La vida es una copa declinante, que si no apuras, se derrama inútil. esa copa que es lo mejor del tesoro, así que la bez de su licor te vierte, se te vuelve completamente de oro, como toda copa digna de dar la muerte.
Entonces, sobre cuanto has padecido, y has aniado y pecado, ieve como la tarde sobre el prado, cae el perdón supremo del olvido. ésa es tu redención. Si bas bien amado, qué más puedes querer que haber vivido.
Sólo el que no amó bien se ausenta triste.
En ti están la victoria y el contraste.
Nadie disfruta el beso que no diste; ni la ventura que te malograste.
Amar es todo el destino, todo el bien y todo el arcavo. la pasión que te envilece huniano, revela en tu alma lo divino, como encarna su rayo diamantino la estrella en el nenúfar del pantano.
Tu lumana imperfección da fortaleza a la misma virtud, con ser divina, cual sienbra, más sabroso en su impureza, pecas de oro el salvado entre la bariua.
El amor es atroz como el infierno, candente sed, que no deleite blando.
Mas sólo es digno del amor eterno aquel que sabe condenarse amando. Dija a los dioses en su paz suprema o en su olímpico hastío, que ellos también un dia, deponiendo cetro y diadema, abandonan por Leda o por María.
Es buscarle fondo al abismo indagar el secreto de la eternidad.
El tesoro se balla en ti mismo y es amor, dolor y bondad.
De los racimos que el amor te brinda, te exprimirá más ciencia que los sabios la que a envidiada esclavitud te rinda, porque fué generosa de sus labios, tu sedienta inperfección siocero, en la conformidad que nada arredra. verás cópio el dolor, tenaz pocero, saca el agua entrañable de tu piedra. la última bondad de tu alma pía. será cual la hoja, que marchita ya, cae, alfombrando de oro todavía, la senda en la que nunca volverá.
Leopoldo Lugones (La Nación, Buenos Aires. Llevo la adversidad que en mi intima copa escancia el bálsamo de la tolerancia y el elixir de la piedad.
Llevo la constancia, compuesta de firmeza y de humildad, como el bronce se forma del estaño y del cobre, y me llevo a mí mismo como a un hermano pobre que trabajo sin suerte pero con dignidad.
Misero rico, yo soy ese tesoro, como lo eres tú, lector, con tu pena y con tu amor que te dan la mirra y el oro.
Por eso es bella la vida Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica