88 Repertorio Americano Página lírica a de José Santos Chocano TRÍPTICO CORTESANO III Volví, andando los tiempos, a encontrarte en la Francia estremecida bajo su último Emperador: por la Corte de Eugenia paseaste tu elegancia, entornando los ojos hacia una Edad mejor.
Te conocí en la Corte de Francisco Primero: Benvenuto Ceilini de ti se enamoró; y hubo no sé qyé bistorias en que el Rey Caballero por ti locuras hizo que hiciera iguales yo.
Tal, por las Tullerías ebrias de tu fragancia, arrastrabas la cola, deslojando una AA; e ibate yo siguiendo los pasos a distacia, con timidez y angustia de verdaders amor.
Lucía tu mirada más brillo que su acero; y desde el primer lance, vencido el Rey quedo: como en Pavía un día, rendido y prisionero, fué sólo tuyo; pero tú suya, en cambio, do.
Era yo tu Poeta. tu pensamiento mío. Súbito, ardió el Imperio; y un brusco escalofrío corrió en toda la Francia: yo solo pensé en ti.
Benvenuto radiante, Benvenuto siniestro. 600 artista, hombre trágico. en todo mi maestro. de tal modo te atrajo que, una tarde feliz, como ví que el trono saltaba hecho pedazos, fué entonces que, contigo desmayada en los brazos, me refugié en la Torre de Alfredo de Vigay!
hasta el taller llegaste, sin que el Rey lo suplera; y mientras tú el modelo fuiste esa tarde entera, yo tomé mi primera lección como aprendiz.
EL MADRIGAL DE LOS OJOS TRAGICOS En tus trágicos ojos me parece que atizas para darme tormento dos voraces hogueras; que para sepultarme después hecho cenizas, son esas dos profundas zanjas de tus ojeras.
II Después te ví en Versalles: fué en el Trianon pequeño. Reinaba el muy amado Décimo Quinto Luis. Estabas de pastora vestida: eras uu sueño.
Con tu abanico enviabas perfume basta París.
Es así como, a modo del más dulce tormento, cada vez que me niiras, por lo mismo que me amas, me torturas en forma que arrojado me siento de tus ojos crüeles a arder viro en las llamas.
El triste Rey, al vørte, desarrugó su ceño: tú te pusiste blanca como una flor de lis.
En mi rincón de artista, yo hacía tu diseño: granos de sal, las manos; los pies, granos de anís.
Tus ojeras me atraen a sus zanjas profundas; y, temblando de miedo, tus miradas esquivo, porque como en centellas tempestuosas abundasal calor de tus ojos, voy quemándome viro.
Te confieso que entonces yo estudiaba pintura; y en tu color tan fresco y en tu línea tan pura, sentí a mi fantasía o a mi amor despertar.
Me persigue en las noches la obsesión de tus ojos, que ocultar entre frondas de pestañas procuras y que son, preparándose a envolver mis despojos, dos fogatas en inedio de dos selvas obscuras.
Corrí al taller; y co, sin acertar con nada, manché, como poniendo la última pincelada, con un beso el retrato que te hizo Fragonard.
En este hábito mío de viajar por montañas, yo llevara mi beso si tú un día quisieras! a apagar tus hogaeras, a explorar tus pestañas y a dormirse en los surcos de tus bondas ojeras. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica