Repertorio Americano 351 para la dicha, aposentó una sombra de cuanto pudo ser. Tal la tragedia de mi existencia, la tragedia oculta, día tras día! en mi vipo siento el dulce agraz de una ilusión fallida!
fué tiñendo mi rostro lentamente.
Hizo el elogio de mi voz. Pintaba con su dicción de calurosas tintas!
Con magia de un astrologo o profeta desplegó ante mis ojos dos visiones: me ví feliz como una grande artista llevándome los públicos del mundo con festones de rosas sujetados a la carroza de mis triunfos regios; la dicha, y el amor, y las riquezas, a mi querer de reina se uncirían como cuadrigas de paloma blancas.
En vez de hallarme en los cafés cantantes mi voz se afinaría en las escuelas, conservatorios y academias. Todo me lo daría la nación, mi patria, sin was deber que gratitud para ella.
iFuera mejor dormir! Del sueño salgo con remembranzas fúlgidas que escurren por mi memoria, como gotas de agua sobre mi nuda piel después del baño. ellas le dan cristal a mi conciencia, y me parece que resurjo virgen del corazón, al despertar de nuevo.
La otra visión.
Dios mío, cuán sombría, con cuánta exactitud yo la he vivido estos quince años de morir viviendo.
Ni sé hacia dóude, cuando duermo, viajo; tal vez al mundo de los sueños, donde es realidad cuanto se piensa y quiere sin mediación de la deseosa carne.
Allí yo creo mi palacio de hadas, donde se guarda un príncipe encantado con un don de belleza sin otoño, que es propia de los principes del alma que yo entreví cuando me habló aquel hombre. su solo recuerdo empalidece mi rostro como el césped, y la pena con pies descalzos, como un pajarillo, va recorriendo los senderos mudos en la selva recóndita de mi alma. su solo recuerdo yo me siento primaverado el corazón con lilas, así como los campos y jardines cuando por mayo las mañanas rubias, las de tobillos blancos, las enfloran.
Cesó su voz. No me atreví a decirle ni una palabra más allá de Gracias. No sé por qué me pareció que un beso henchido con mis lágrimas diría más santamente la emoción de mi alma. No pudo ser!
El me tendió su mano cuyo contacto derramo en mi cuerpo la diáfana quietud, la paz serena de mi inocencia virginal de piña. No pudo ser. Me retiré orgullosa de ver un hombre como aquel, atento a mi destino, hablándone el lenguaje que hace brotar fuertes muñones de alas allí donde hay abatimiento o culpa. No pudo ser!
Aquella noche estuve con mis amigos de café cantante. Como se rieron de aquel sueño mío!
Entre canciones de amapolas rojas crecía el trigo de mi nada impura!
Toda mi juventud se derramaba, a manera de sangre de hechiceros, para regar mandrágoras malditas.
Aquí está ya el albor de la mañana con su regalo azul de luz del cielo.
Recibiré la dádiva de un día más de dolor con gratitud de santa.
Lleyaré el sacrificio sobre mi. hombro sobriendo, cual soportan las cariátides el ponderoso mármol de los frisos.
Nadie conocerá mi pesadumbre; uu sacrificio que contrae el rostro destruye la mitad de su belleza.
No cambiaría a mi sabor, las cosas: se muere de hambre el imprudente Midas si cuanto palpa se le trueca en oro.
Yo me contentaré con el ensueño; con la taza de tiempo de aquella hora; con el vino en la copa de aquel beso que yo no dí y cuyo runior me llega en la sonor ora concha de un recuerdo.
Aunado, a Dios en mis plegarias pido que no manche tu púrpura mi sueño! si embargo, sollozaba en mi alma una ansiedad perenne de encontrarme con otro ser que adivinase el mío. No pudo ser! la corona ardiente de maduras espigas de treinta años ciñe hoy mis sienes, como zarza y yedra. No pudo ser! en el umbral esquivo a Roberto Brenes esén. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica