Repertorio Americano 1461 317 El paraguas como un accesorio del teléfono sin hilos H: Para la biliosidad u Debo declarar, que la onda de Hono.
lulu no se metió esta vez con nosotros, ocupada sin duda en molestar a los aficionados de otros países. Oímos, pues, cómodamente el vals y comen.
zaba ya la famosa aria de las campa, nillas cuando una voz desconocida nos POR ROBERTO GACHE preguntó si estaba lloviendo en Buenos Aires. Le respondimos que no estaba ido por fin a comer a casa de mi encima. El dúo de Parsifal» y Kun lloviendo y le rogamos cortesmente amigo Anselmo Portela, empe. dry se convirtió así en trío, con el con. que nos dejara en paz. Pero a los po.
ñado desde tiempo atrás en mostrarme curso de la opda de Honolulu. An cos minutos volvió a hablar para dea su flamante nujer en la intimidad. selmo bramaba indignado; Margarita cirnos con todo misterio que en Bara.
Margarita me ha parecido muy simpá. en cambio aconsejaba batirse en reti dero estaba lloviendo. Nosotros le tica y muy interesante, a pesar de que rada, cambiando de espectáculo Deci. agradecimos el dato y le invitamos una nuestra iotimidad no ha pasado, como dimos entonces pasar de la ópera a la vez más a que dejara de fastidiarnos.
es natural, del comedor. Yo, de sobre. opereta y buscamos por los aires a la Así entramos por fin al tercer acto, mesa, invité al teatro a la feliz pareja, Duquesa del Bal Tabarío. que se cuando de pronto, en inexplicable pero mi amigo Anselmo, sonriendo con estaba representando en otro teatro. cambio, pasamos del vals de la «Du.
cierta rara expresión de suficiencia, Al fin la encontramos en pleno vals. quesa) al «Encantamiento del Viernes me dijo que ellos ya po iban punca al teatro, porque habían llevado su.
misma casa los mejores espectáculos de la ciudad. Explicándose mejor, me informó que había instalado en su dormitorio una estación de telefonía sio bilos. La pareja, sin necesidad de salir de su casa a desafiar los fríos de la calle, se acostaba todas las noches a las diez, y muy reposadamente, entre las batistas y las puntillas del lecho pupcial, con los teléfonos sujetos al oído a manera de gorro de dormir, oía a vo.
luntad las óperas y operetas que se re.
presentaban en la ciudad. Era en ver.
dad una versión modernísima de la clásica luna de miel.
Invitóine Auselnio a experimentar por mí mismo aquella maravilla y, por primera medida, me dió un periódico del día para que eligiera el espectáculo de wis preferencias. Me decidí por Parsifal. aunque Margarita, con su gran sentido práctico, observó que esta Opera era más indicada para oirla desde la cama. Es cuestión de un instante dijo Auselnio. empezó a tocar llaves y aparatos para dar con la onda del Tea.
tro Colón. Entre tanto teníamos los receptores sobre las orejas. Oímos por lo pronto un rumor confuso y múlti.
ple, donde nos empeñábamos ep hallar la voz de Anfortas con el apsia con que un pescador busca una mojarra eu un banco de tiburones. veces parecía señalarse algo así como el rumor de uua orquesta, pero muy pronto un silbido largo y penetrante lo cortaba con grosera insolencia. Aoselino aseguró que era la onda de Honolulu, famosa por su fuerza, que andaba fastidiando.
Lejos de incomodarnos, nos sentimos por cierto halagados por esta familiaridad con pa onda tan importante.
Al fio se dejó oir, clato y preciso, uu agudo de «Parsifal y luego empezó el dúo con Kundry, maravilloso, arrebatador. Pero al poco rato volvió a me.
terse en medio la onda de Honolulu y ahora no hubo manera de sacársela de. LITT BORAS LAVA HEPATIC DIABLITOS Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica