a Repertorio Americano 487147 EL PESCADOR DE PERLAS (En los golfos de Nicoya, Panamá y California) JUSTO FACIO Este hombre despudo, de carnes morenas, es un bronce vivo, que, en audaz carrera, luce por las playas la desenvoltura de su gracia atlética.
que en un baz gobierna el capricho móvil de las actitudes, porque las recoge como estampas sueltas.
Tiene el dinamismo que pone a sus ojos la Naturaleza: en sus inquietudes copia la cadencia con que ve agitarse nubes, ondas, velas.
II VI Ya sus pies imprimen.
fugitivas huellas, en carrera alada, sobre crujidoras y húmedas arenas; ya su alta figura, de estatuarias formas y apostura enérgica, se destaca encima de musgosa peña, como en plinto en torno del cual ajustasen su nudo amorosos brazos de sirena; ya desde los bordes de un acantilado contra el que se estrella el cristal rizado de las ondas brinca, lleno de una elástica y fácil destreza, y, después de un grave tiempo en que las aguas lo sepultan y echan a la superficie coronas de espuma que giran concéntricas, emerge y sacude, como un dios marino, entre un remolino de algas, la cabeza; ya empuja la suave barca que se aburre sola en la ribera y, al ponerla a flote, salta dentro de ella, empuña los largos remos y, de espaldas al misterio, boga. bogando se aleja. cuando no arma el mástil, los linos despliega y, de pie en la popa, cruzase de brazos, en actitud como si oyendo estuviera 110a voz que le habla, desde el horizonte, de las Aventuras y de las Leyendas.
Hombre de las playas tropicales, ebrias de Sol, que acumulan cóleras de selva contra el mar y robanle esteros ocultos en ávidas cuencas de una delirante vegetación, como sumidos en blandos estuches de felpa.
Hombre de las playas tropicales, llenas de chozas pajizas, cuyos fatigados oros en la pompa verde amarillean, bajo la lujuria de las palmas tristes, que se desperezan o con el hastío de su aristocracia o cou el orgullo de su displicencia.
Hombre de las playas tropicales, sobre las que se restriegan, acariciadoras, al soplar, las brisas en que viaja el lubrico olor de las selvag o sobre las que urden, en las tibias noches, las trágicas olas sus fosforescencias, bajo un cielo adusto y escalofriado todo de centellas.
Hombre de las playas tropicales, mezcla, de oleaje y árbol, armoniza el ímpetu y la gentileza.
VII III Este liombre desnudo de carnes morenas. que el Sol funde en bronce y el mar pulimentapudo ser un día gladiador en Roma, discóbolo en Grecia o arquero en Egipto, y es ahora en Indias pescador de perlas.
IV Todo en el pregona salud y en él hace vibrante derroche de gracia y de fuerza: le euritmia que ponele a los ademanes sugestivas riendas; la musculatura que rebulle bajo de la piel morena; el. tórax henchido; las sienes enbiestas; la boca en que una sonrisa perpetua, como substraídos a una concha, iguales los dientes enseña, con el gesto ufano de los regocijos y las inocencias; los ojos que rien y cantan y sueñan, locos de visiones alegres y claras, en que el mar es una lente azul que deja.
ver en lo profundo grutas de corales, bosques de madréporas.
Ya delfín en agua, ya antílope en tierra, hecho está al encanto de las bataciones y de las carreras.
Corre, brinca, nada, hundese y bucea, como si evocage gimnasios y termas.
Ea sus actitudes predomina la ágil levedad de toda la plástica helénica.
VIII Tiene el dinamismo que pone a sus ojos la Naturaleza: siéntese impulsado cual por interiores vientos y mareas; y, así, corre, brinca, nada. pero luce siempre cadenciosa su figura esbelta, bajo la armonía Es un alma simple, primitiva, ingenua: suyos son la anchura del mar, la franqueza de los horizontes abiertos, los sanos y bruscos alardes de un viento que juega ya rizando espumas. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica