Repertoris Americano 131 POETAS DE GUATEMALA GERARDO DIAZ De «Lagunas Taciturnas)
LA PRESENTIDA ELEGÍA Acaso seas tú la presentida, la que en uo sueño vago imagitara, como el destello de una aurora clara sobre el remanso de mi fe dormida.
Estas noches de insomnio, de cruel presen timiento, de obsesión y de tedio, cuando el alma descansa sobre el dulce recuerdo de una muerta espe ranza y un enjambre de dudas abruma el pensa. miento.
Viniste por quien sabe que escondida senda, para que yo te adivipara, y así como una lámpara ante un ara quedaste en mi recuerdo suspendida. Hoy te llevo en mi ser, y hasta tu huella persigo en el fulgor de cada estrella, y el labio mudo sin cesar te nombra. LAGUNAS TACITURNAS)
He entrado en las aguas de estas lagunas taciturnas en mi barca de sándalos y marfiles. todo ha sido ensueño para mí en las sutilezas espi.
rituales de sus transparencias, en la levedad de sus ondas cristalinas. en sus murmullos recóndilos; en las zari galas, los pastores y los rebaños que pueblan sus orillas melancólicas, coronadas de silvestres florescencias azu.
les. bogando en ellas mi espiritu se ha sentido florecer como un huerto de amorosas ansias y decepciones liri.
cas, y ha empañado, con el sutil aliento de los suspiros, los ventanales purisimos de sus castillos interiores.
Tristes y profundas lagunas taci.
turnas! tus orillas el poeta deshoja los nenúfares de tus canciones transparentes y destrenza sobre tus agilas el encanto de sus ritmos y sus rimas.
En lus orillas duermen el éxtasis perfumado de los campos, las florescencias azules. VINCENZI Estas noches tan largas; estas, uoches de mustia soledad, cuando se hacen perdurables las (horas, siento a mi pecho asidas las garras opresoras de un dolor, de una pena, de una infinita angustia.
Porque te siento en mi interior conmigo, y a cada paso de tu planta sigo mi misino amor tras de tu propia sombra.
SUBYUGACION Oh, amor, bendito amor para sienipre per. dido, que vives una vida de nostalgia y olvido, vuelve a cantar tus himnos, tus himnos de alabanza. Cómo paso fugaz con el donaire de algo etéreo que surge de repente; y luego, al alejarse, raudamente dejó alucinaciones en el aire.
Desata en blando vuelo tus blancas mariposas, y alegren la tristeza de nii jardín las rosas de tus divinos sueños de gloria y de espe. ranza. Yo quedé como absorto. Soberano descuido de su alada vestidura, que le daba al primor de su hermosura el encanto impalpable de lo arcado.
LA FUENTE ABANDONADA.
Tal fué la insinuación que objecionaba, y la dulce esperanza que apuntaba para mi devadeo su sonrisa, Que al quererte palpar mi pensamiento, como un efluvio de fragancia pura te riegas y te fundes en el viento. NAPOLEÓN PACAECO Que la siguió mi vista, largamente, mientras ella en la calma del ambiente se perdió como el suefio de la brisa.
LA ELEGÍA MI CORAZÓN EXVOTO Corazón, corazón que nada sientes por ser tan bondo tu sentir. La vida ya no canta en las aras de tu egida su salmo de parábolas fervientes, Tiepes la volatilidad toda del viento y el espiritualismo de la brisa; la graciosa inquietud de una sonrisa y la tristeza de un presentimiento. Por qué, hoy como ayer, ya no consientes, que la sacra esperanza apetecida, vierta sobre el desangre de tu herida, su reguero de bálsamos clementes?
Fuente vetusta, musgosa fuente clara, que en el silencio de las noches hondas, dialogas con las almas olvidadas.
Bajo la somnolencia de las estrellas albas, y de los sauces que su cauda tienden sobre el temblor de las verdosas algas, como tu mansedumbre dolorosa, y tu yerta quietud fioge una vaga pupila que en la sombra abisma débilmente la mirada. Cómo en la brisa que invisible gira.
agitando sus alas perfumadas, tu garrula armonía es el sollozo profundo de una queja desgarrada!
Fuente vetusta, musgosa fuente clara. qué leyenda de amores soliloquias, o gaé tragedia, vocioglera, barras en el recodo de este parque añoso, donde hay un gesto de quietud macabra?
Cuando entre mi sombrío aturdimiento to impalpable presencia se desliza, mi amortiguado corazón atiza la luz de su elevado sentimiento.
Corazón, corazón, si nada esperas, ni nada sueñas, di. Por qué te afana la evocación de tantas primaveras, Cómo te miro en el recuerdo, para mayor ofuscación de mi locura, tap complicada, tan etérea y rara, Cuando en tu loca juventud perdida, te uogió la dicha con amor de hermana, y floreció en tus páramos la vida. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica