Repertorio Americano 443 399 Belle OS CUENTOS. DEL REPERTORIO Nieves incendiadas consuela, no que hace reír; para nos. brir las fealdades invisibles de los que roso, arrojando por la nariz trémula otros, las agrias discusiones entre un le rodeaban. se reía a cada tara dos chorros blancos de aire caliente y hijo y una madre, por razón de pe. descubierta! En la Rusia primitiva y vital, iba rompiendo con los cascos la queños intereses, es algo antipático, bárbara el bufón no existe, ni hace coraza de plata de la montaña, hasta no algo alegre; para nosotros una fa. falta. Todos tenemos nuestra giba in. que al fin llegó a punto en que se demilia que acabe toda ya suicidándose, terna y hemos de ser nosotros nuestros tuvo; arqueando el cuello, tendió las ya por la tisis, es una familia infeliz, bufones. Para Salticoff el espectáculo orejas, hacia adelante y dijo de un no una familia regocijante.
de la miseria humana es el que hace modo casi humano: Por aquí, no; Sólo podía ser Rusia la creadora de reir. Un humorismo especial que, en hay un abismo. Dió una vuelta, gieste humorisnio sombrio. En puestros vez de alegrar, se siente como un rando en las patas traseras, y al seguir tiempos bárbaros era grato el bufón. golpe de maza clavera.
por otro lado, volvió a exclamar con Sus jorobas le daban derecho a descu.
un resoplido. Por aquí, tampoco; esto es una grieta insondable. Pro.
bando salida por todas partes, se plantó al fin en un punto, con ser que Jacinto le rasgaba los ijares a espola.
zos sonoros, salpicando las nieves con rubíes de sangre.
Allá lejos, el hondo silencio de las poches eternas, roto a veces por el berrido simultáneo de una cuadrilla de leones; como paralizada procesión de monjes encapuchados de blanco, melancólico reguero de frailejones siPOR SAMUEL VELASQUEZ lenciosos; la múdez infinita, la nega.
ción de la vida, un paso de ahí a la ES uuo de los pueblos que con 10. chas que suspiraban por el indiferente muerte; y sin embargo, el mozo a tima. confianza, como si estuvie. mancebo.
horcajadas en su corcel palpitante, no ran recostados al vellón de un cordero, Las cosas así, le vino en antojo a la se daba cuenta de aquel frío extrate.
se han levantado junto a la base de viuda trasladarse a su pueblo, fronte rrestre, embelesado con la llama crelos nevados del Ruiz, vivía Jacinto, rizo al de esta historia, separados los pitante y dorada que le abarcaba el un mozo de veinticinco años, altanero, dos por los altos murallones de las corazón y con la cual se sentía capaz levantisco y hermoso, que no tenía nieves del Ruiz, por sobre los cuales de fundir todas las nieves de las cordi.
más embeleso que el de hacerse querer, culebrea el camino que va del uno al lleras y del polo. Pero no pudo dar sin darle a nadie íntegramente su co. otro. un día se madrugó en compa. un paso más camino de su felicidad, razón.
fía de un su hermano, dejando a Ja. porque el caballo se negó prudente: se encantaba cuando sabía que cinto sonámbulo de tristeza y ron. mente a seguir, a sepultarlo en una dos o más chicas de las que manosea dando al borde de la cascada del grieta azul de esas que forma el hielo ban perlas, o de las que trajinan esca suicidio. El mozo pasó, la mañana rajadizo, insondables y misteriosas.
leras abajo, se iban a la greña, dispu. bregando por ahogar su desventura en Inmóvil, pensativo y enamorado, tándose la real hombría del Apolo de un piélago de bebidas turbulentas, pasó la poche sobre el corcel, que al parroquia; y así iba camino de su pero era el caso que a cada instante la fin hizo de su cuerpo una carruja; juventud, mecido en lánguido colum pena tornaba a ponerse a flor de cora. agachó las orejas y se dió a protestar pio de caricias, sin que saltase alzón, como el salvavidas que, hundido en silencio contra aquella crueldad, huerto otro gallo de plumas tornasoles a a la fuerza en el agua, en cuanto lo Por último vido el alba y derramó picotear las flores que a diario le ponían sueltan, sube como una flecha a reco una tímida aguada de carmín sobre la a Jacinto las muchachas en el altar. brar su puesto.
cordillera marmorea, y caballo y jinete Mas sucedió que llegó al pueblo una Desesperado el mancebo, y cuando se orientaron del camino, y vuelta viuda, seductora como una fruta que apenas le faltaban metros al sol para otra vez a las zancadas y galopes, y va a caer de la rama a fuerza de ma. esconderse, ensilló un caballo que saliendo el sol, tibio y cariñoso, desdurez, seria y misteriosa; dueña, pues, tenía, trémulo de nervios y elegancia, pués de esa gélida noche, se presen, de tres anzuelos en que le dió por pi y hala que te vas, como un centauro, taba Jacinto radiante y vivaz en el car a Jacinto, hasta que se quedó col detrás de la divina ladrona de su pueblo de su amada. Pero si ella se gado de uno, atravesadas las agallas tranquilidad.
vino ayer con un hermano, le decía a con una certeza mortal. resultó que Andando, andando casi a vuelos no una vecina alarmado y empalidecido, el cóndor de los amplios aletazos topó se fijó en que la noche lo iba aprisio Puede ser, pero aquí no ha llegado.
al fin con una águila de pico fuerte y pando en tumbos de sombra, y cuando Usted la conoce, señora, por Dios?
corvo como una media lupa de oro, menos pensaba en ello, se encontró Como a mis manos; al que no coque lo obligó a plantar en seco encima con que iba pisoteando las áridas este. nozco es al hermanito.
de la roca de la desesperación. Estaba pas del Ruiz, a cuyo frente y a pocas Cómo que no? Un sujeto blanco, enamorado el dios de provincia con cuadras quedaba la solitaria blancura de ojos verdes, toda la ingenua sencillez de un hijo de las pieves eternas, por sobre las Acabáramos! el amante que la de las; sierras, hasta sentir a todas cuales tenía que pasar. El frío lo acri. sigue a todas partes, adorado por ella; horas el corazón hinchado de lágri. billaba como un aguacero de púas, y qué niño más inocente que éste!
mas y un infinito deseo de eliminarse para remate, empezó a caer una he Esto sí es frío en medio de tanto de entre los vivos, porque la viuda, lada inmisericorde que, como una in. sol. dijo Jacinto al revés del incep.
avisada y lagarta, lo llevaba a rienda vasión de mariposas blancas, fué bo dio de anoche, en medio de tanto frío!
corta, dándole apenas gotas de miel rrando lioderos, frailejonales, caminos se quedó desabrochando la cu.
del panal de sus encantos.
y contornos, hasta que quedó toda la bierta del revólver.
La madre naturaleza se había en. cordillera como una tumba gigantesca.
cargado de vengar a todas las mucha Sin embargo, el caballo, ágil y vale (El Gráfico, Bogotá, 1919. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica