206, Repertorio Americano La sombra de la profesora ALLA procurábamos retratarla, con robustos lápices rojos, exagerándole desmesuradamente los ojos redondos y la boca larga de reptil. La odiabamos con té.
pacidad india. JUAN FRANCISCO ELGUERA. bien, figuraos que una tarde, esa tarde imperecedera, después de la es.
AN pasado veinte años, y la visión Su voz rascaba como un cepillo; así cena borrascosa de la reprimenda, llede aquel alocado kindergarten, con de tartajosa e ingrata.
gaba Elisa hasta mí y, tomando mi directora francesa y esférica, con jau Le teníamos respeto. y niedo. Cuan. cabeza entre sus wanos, y opriviéulas de canarios y chirloques en el patio do sus falanges caían como látigos dola, me decía: de recreo, en cuyas esquinas se er. sobre ei pupitre, se helaban nuestras. Qué rostro más bonito el mío. guían macetas más grandes que las carpetas. bastaba que ella se irguiera ¿Qué ojos como éstos. Como una profesoras, la conservo. latente en mi de la silla como para avanzar hacia estampa, mira, como una estampa.
retina. Frente al colegio arreglado en nosotros, para quie nuestras miradas Loca estaba, sin duda.
un segundo piso con balcón colonial fugaran de los libros a los mapas, y se afirmaba en una lógica desiase extendían las paredes amplias, lisas de los mapas al vacío. Era obstinada bazada tratando de convencerme de. y gualdas de un convento de inonjas. como una sombra. En ratos de ocio su hermosura imposible. en torno a las puertas del convento, coronadas por un Crucibjo de madera apolillada, se agrupaban todas las ma.
ñanas, fruteras de San Mateo y Matucana y franciscap os mendigos.
Reviven en mi memoria con emo.
ción gozosa las pláticas que madame Amor, como en tu onda me llega desde lejos Cecil, la directora, nos dirigia a Anuna fragancia conocida. Amor, entre las flores de los amores viejos, drés, camarada inseparable, y a mí. teposa el ansia de mi vida.
cuando, durante las clases, raptába.
mos naranjas, nísperos y fiapıbres de Impetu de azarosos instantes! On Dios mio, las cestas de las desprevenidas alumasi he perdido en el derroche el inefable orgullo de zerine todo mio nas. Mi alegría de los cinco años halló frente al engaño de la noche. entonces fraterna reciprocidad en el espíritu jocundo Andrés, cuya mano Somos de ayer, y estamos clavados al futuro como a una recia cruz sombria.
era maestra, eu reproducir sobre la Amor, sólo te doy mi pobre canto obscuro inmensa pizarra de inatemáticas la es.
y mi dolorosa ironia, tatua ecuestre del libertador Bolívar. juntos cuando salíamos del colegio, que no vuelta a ser juguete del insiante, cuya escalera de wármol salvábamos a en que he olvidado de mí mismo, daba mi corazón, como un clavel flagrante, trancos, o descolgábamos por los pa.
a lodo viento de optimismo.
samanos, mientras los fámulos nos reñían nerviosos, nos deteníamos a tocar los timbres de las casas, a zabe Til, silenciosa y blanca, que desde lejos miras rir a los vendedores ambulantes, y a este dolor que fué alegria remota; poperles banderillas a los asiáticos.
que conoces la angustia de amorosas mentiras Entre el sendero accidentado, lleno de y le es furliva la derrota.
encrucijadas, que ha corrido alboro.
Onda de luz divina. Elluvio de consuelo. tada mi vida, yo columbro, dorados De un árbol de armonía extraordinario fruto. por una amargura húmeda como amaEn la frente inaudita halla su aurora el cielo y la noche le hurta negrores a tioluto.
sados y corporizados con lágrinas, mi infancia y mi kindergartea. aquel Tú, que llevas el halo, y que en blancas unciones colegio de madame Cecil, y aquel conte das lan generosamente, discípulo pintamonas; y aquellos páen esta alormentada sed de los corazones jaros que piaban incesantes, y aquellos sé, para el mío, agua de palestina fuente.
coolís que nosotros aburríamos, huTicsde hacia mi naufragio tus manos salvadoras; yendo por la calzada como granujas dame el calor de ini ternura del arroyo, y aquella bodega de la esy el pan de tu palabra que, en festivales horas, adormeciar ini amargura.
quina, de cuyos techos pendían loojas de jamón sienipre encedido, estriaron Como quien siembra un árbol, arroja tus semillas mi vida, y la huella, lejos de borrarse. a la boca que abre mi surco doloroso; permanece límpida y transparente.
que yo te espero de rodillas, In siembra ha de ser la de un laurel glorioso.
Una tarde, sobre todo, Una tarde en que, habiendo volcado Andrés el Reduce el infinito y ponlo a tu mirada: tintero sobre la playa de vocales, la arrancale el hondo secreto. por savia de vida con la vida sagrada pasante Elisa vino a reprendernos.
en el árbol que tiene flacuras de esqueleto. Hay que estaſ formales. Quietas esas manos.
Que tnya es la honda clara que viene desde lejos, Era fea Elisa con una fealdad áspera y luya es la sutil fragancia conocida, de terracota. Los ojos turbios con pesy lr imagen se asoma a todos los espejos donde el destino ennncia la clave de mi vida. tañas duras y gruesas, fuertes manos AGUSTÍN Acosta de marimacho, cuello interminable, Matanzas, Julio, de soig.
trajes siempre serios y plomos. El Figaro. Habana. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Ricą