142 Repertorio Americano uda XXX por acaso alguna vez.
avegado en la luz riente del día. Las Es cierto, hija mía. Es una desgra casarne con el vozo de que le hablo.
paredes obscuras, las casas ruinosas, cia para mí. Un sacerdote digno de Padre.
revivían en esa fiesta de colores y so su apacible ministerio debe ser alegre Bajó los ojos y sus pestañas som.
nidos, y el canıpanario, tímido como para ser bueno. La tristeza no predis. brías no se levantaron sino cuando yo un ensayo, se erguía, impreciso, por pone a la bondad y nos induce con empecé a hablarla.
sobre el hacipamiento de viviendas frecuencia a justificar las malas accio Isabel: si insistes un minuto más rurales.
nes.
abandono hoy mismo el pueblo.
Yoiba pensando: aparezco enfermo. Isabel se fué. Desde aquel día visi Mi brevario cayó al suelo. Isabel lo esta idea me repicaba en el cerebro taba con asiduidad esa familia de agri, recogió; lo besó, y entre sus hojas al mismo tiempo que de mis labios cultores, en cuyo seno mi angustia gastadas asiló una violeta. Lentamente pendían continuamente, como tranquila se expandía con dulzura. se alejó mientras que por mis mejillas cuenta de perlas, las sílabas de un Una mañana me anunció el deseo rapadas descendían dos lágrimas. No nombre.
de hablarme.
supe más de Isabel, y sólo recuerdo la Ante mis ojos, precediéndome en el Señor cura: mis padres me quie gracia doble de su figura y la belleza camino, su imagen se desenvolvía, ren casar con un mozo de la vecindad. caritatira de su alma, cuya imagen perezosa y lenta, en sus gracias deli Necesito su consejo.
reproduce la violeta que duerme hace cadas y recias a la vez. No era mi La escena ocurría en el jardín. Al treinta y cuatro años en mi brevario, cuerpo, sino mi alma, la que se encan oir estas palabras me apoyé en el. testigo persistente de aquel suceso letaba, en la certidumbre dolorosa de su tronco de un árbol seco y sin ramas. jano y fugaz que perfuma mi existensoledad, con esa aparición. Era mi No puedo darle consejos respon. cia y hace tolerable la inonotonía lú.
alma la que había extendido los bra dí con esfuerzo. No deben darse con gubre de las horas.
zos en el desconsuelo de su aislamien sejos en estos asuntos. Puedo tan sólo to, hacia ese ensueño que me había recomendarle que no contraríe sus ALBERTO RCHUNOFF salido al paso, agravando inis melan sentimientos. Del No Tomo de las Ediciones Se.
colías de huérfano. Siendo así; señor cura, no puedo lectas Aviérica, Buenos Aires. Media hora más tarde descausaba ya en la ribera del arroyo. El sol desmenuzaba el oro agresivo de sus rayos Si en las aguas fangosas, donde permanecían en el silencio, como navios inpor acaso alguna vez, dormida ya vertía en vuestro espíritu una copa de la tarde, acurrucados en un rin silencio y de sombras, como un vaso Croaban las ranas su cántico en la decón en una iglesia de pueblo, perma de tristeza aletargada, o un pomo de licia de la mañana y ini corazón se necisteis en vuestro banco hasta el dolor un si es no es dulce, un si es no adormeció como mi cuerpo en una momento en que a medio extinguirse es cruel.
placidez inefable.
el humo votivo y próximas a cerrarse ¿Por dónde y cómo este mismo homCerráronseme los ojos y un sueño las puertas, se ve aparecer sin que se brecillo misterioso penetró en el alma blando me presentó, como contraste sepa de donde, un hombrecillo miste. y fué apagando una a una las varias de mi vida, el rostro incomparable de rioso de andar vacilante que va des lucecillas azules cocuyos cou que la moza.
vaneciendo con auxilio de un largo engalané en un tiempo las naves de ¿Podría yo describir el asombro pro apagador las llamas de las velas colo. mi ermita, hasta dejarlo todo envuelto ducido por su presencia real cuando cadas en las arañas de la nave central en dolientes sombras? Dolor. por qué mis pupilas se abrieron? Estaba acos: entre un cortejo de prismas iridescen puerta entraste a mi alma?
tado. Temí que estuviera enfermo.
tes, hasta dejarlo todo anegado en ti Padre dijo me acerqué porque nieblas, de cierto que entonces sentis.
RUBÉN COTO le he visto allí, magnífica y dulce. teis como la mano de lo desconocido (Inédito. Cubría su cuerpo un vestido de percal azul, sobre cuyo fondo puntos amari. ల ల లల llos daban una ilusión de cielo estrellado. Recordé la estampa donde la Virgen María pisa el globo terrestre INTERIOR rodeado de nubes grises, envuelta en un manto constelado de estrellas de oro. Isabel tenía un vago parecido Dle encuentro mudo y solo en la estancia yacla donde todas las cosas me hablan de su ei islencia: con Nuestra Señora y en su boca di.
parece que sil cuerpo, donde habitar solla, visé la misma expresión de augustia.
ha dejado una huella de espiritual esencia.
Me levanté.
Gracias, hija mía repuse EsLa luna del espejo en donde se vela finje a cada momento reflejar su presencia.
toy bien. Me recosté uu poco para Canta en la jaula el pájaro con más melancolia, descansar, pues he pasado la noche y la estancia la pueblan sordos ecos de ausencia, leyendo. Adónde se dirigía usted?
Iba a ver una vecina: un encargo Con los filos dorados, in libro de oraciones abierto sobre un mueble, dice: Las aflicciones de mi madre.
del mundo son pequeñas. Volved la vista a Dios.
Se calló. Por su frente armoniosa pasó como una sombra y expiró en Los ojos vuelvo. pienso melancólicamente: sus labios breves sin haberse tçaducido ¿Quién hubiera podido saborear dulcemente la exqusita tristeza de sul postrer adiós. en palabras. Padre.
MARIANO BRULL. Isabel. El Figaro, Habana, 1919. Me miró largo rato siu decirnie algo.
Por fin, dijo. Sr, cura, Ud. está siempre triste.
Sara EsZSTLESZT255292T. S2 Saes25252 2525252525252525252SESTIRNO NOSZS25252525252 Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica.