140 Repertorio Americano El breviario del Padre Albornoz ME وي una palpitación, de un soplo que se extinguió, como se extingue en la calina de las tardes plácidas el repique de las campanas amigas. Es un episodio que nadie conocerá y llevaré El viejecito aspiraba rapé y decía Para cada uno soy aliora «nuestro siempre: shace ya mucho tiempo, este secreto conmigo, cuando mis hace ya mucho tiempo. cura. es decir, un objeto común, ino: huesos sin médula descansen de esa fensivo y habitual. Así vivo, impertur existencia exenta de azares.
GÒGOL bable en mi melancolía como la quietud Mi único confidente es el breviario, llaman Diego Albornoz. Soy de Las Colinas. Espero con resignada viejo como yo, cuyas tapas, de un cura de la iglesia de San Silves paciencia mi última hora, y cuando tono benigno, ocultan en su interior tre, en el pueblo de Las Colinas. Es descienda al sepulcro, bajo la bendi el testimonio de una huella mundada.
éste un pueblo tranquilo, adormecido ción de un sacerdote forastero y las Cuando me acuerdo, retorno a los en una quietud imperturbable. Ningúa miradas de mis feligreses, la gente días lejanos de mi juventud y un aroruido destruye el silencio de las calles ignorará que esa vida ocultó en su ma endulza mi vejez. Sin duda, yo pequeñas, salvo el repique de las cam. monotonía beatifica el recuerdo de obré como un sacerdote diggo. Sio panas, cuyo oficio es comunicar a los vecinos la hora transcurrida y el turno distipto de las misas. Me olvidaba: La estación del Ferrocarril agrega a mis campanas un silbato poco frecuente.
En el líquido cendal Yo soy lo que se dice un buen homde los cielos hay estrellas bre, y mi alma, adormecida como esa Maestra! después de Dios entre las campiñas bellas y de nuestros padres, que hay frescor primaveral; villa, no es muy vanidosa. Es limi.
nos brindaron vida y fe, tada en sus anhelos y nunca se apartó lo debemos todo a vos.
El cielo de vuesira vida de los senderos de la más perfecta hu.
se pueble de astros, su lumbre wildad. No tuve deseos demasiado Lleváis la pesada cruz ahiyente la pesadumbre. del duro trabajo; pero de la noche entristecida, violentos pi tristezas demasiado pro.
fundas. Debo añadir y lo anoto conos guidis por bilen sendero y nos hacéis ver la luz: yen felicidades mil, mo deficiencia de mi vida eclesiástica como nuestra alına desea. que jamás dominóme esa alegría Esa luz que es la verdad, que vuestra existencia sea luz de suma excelsitud aconsejada por los escritores sagrados una campiña de Abril.
esa luz que es la virtud, para mantener el corazón en la certiluz de eterna claridad.
III dumbre de Dios. Mantúveme en un término medio monótono. No llegué Maestra! pues os queremos, Enseñar a la mujer hay justicia; en nuestro ser es obra excelsa, lo haceis, al regocijo, pero tampoco turbó la seel viestro infundís; y al ver gozáis y os satisfacéis reuidad de mis días pingún dolor lo bastante que os debemos, al ciimplir vuestro deber, agudo, de esos que concluyen en raptos de crisis. Ne he hecho grandes beOs damos el corazón, Sobre vuestro corazón nuestra alma pura y serena, y la mente que trabaja, neficios. este pueblito es el reflejo nuestro afecto e ilusión, santa luz del cielo baja de mi vida toda. Quieto, indiferente toda esa larga cadena, en forma de bendición, bajo el azul suntuoso del cielo, cabe eslabón por eslabón.
en sus callejas sio plan y en sus edi.
Tiernas nitias, somos flores Cadena de flores es nacidas en el verjel; ficios sin gracia, la historia de mi esesa que nos junta a vos, no había sol, y sin al píritu, la biografía iuyariable de mi antes la bendijo Dios lucimos tristes colores; existencia, que se desliza en el sigilo y nos juntamos después.
Pero surgió el astro un día de la paz rural, entre los intereses vos, con halagadores mediocres de mi feligresía y las rey alzamos la limpia frente; consejos que nos brindais, al recibir derrepente creaciones ingenuas determinadas por más afianzais y afianzais luz, aroma y lozania; un fastidio no menos mediocre. Si yo esa cadena de flores.
Brillb el naciente arrebol escribiera mis memorias describiría un II de ese sol que dió fulgores: aburrimiento apacible de treinta y nosotros somos las flores, cinco años. Durante este tiempo he Maestra, vuestro natalicio Maestra, y vos sois el sol.
envejecido como las casas que circunhoy celebramos; que el cielo dan la diminuta iglesia de San Silves os de aliento, os de consuelo ROBÉN DARÍO en vuestro santo ejercicio.
tre, cuyas paredes han perdido ya el color rojo de los ladrillos que se. convertía en llamas cuando el crepúsculo Poesía escrita para que las alumnas del Colegio de Señoritas de las envolvía. Llegué aquí teniendo Granada felicitaran a su Directora, señorita Emilia Day, eu el día de su natalicio.
veinte y cinco años, con el pensaPublicada en el Diario Nicuragüense y reproducida en El Irazú, miento de quedarme un par de meses.
de 10 de octubre de 1884. Nos la remite nuestro delicado poeta. don He cumplido sesenta y aún permaJosé Alfaro a quien Darío saludó en una tarjeta de visita en esta estrofa: nezco aquí. Ya no soy aquel joven Al joven vale que en vecinas playas clérigo a quien atribuyeron a su lleRinde al arte. tributo, gada historias inverosimiles. Ahora soy. Con noble inspiración y grande anhelo, un viejecito arrugado, a quien todos Envío con el alnia mi saludo.
RUBÉN DARÍO se confían y todos conceden su esti24 de diciembre de 1884.
mación. Ahí viene nuestro cura dice la viuda del boticario a su hija. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica