78 Amauta que fueron la esencia misma de su vida. Proceder así sería históricamente absurdo, en oposición manifiesta a los principios más elementales de la pedagogia social. Por eso, porque no se ha querido respetar estos principios es que el indio ha resistido a todo intento de civilizarse. Ni las escuelas ambulante, ni la máxima propaganda escolar, ni los internados, ni las granjas talleres, nada nada servirá para sacarlo de la quietud e indiferencia en que vive.
Un principio fundamental de la educación es el interés, juzgado ya sea como un simple auxiliar didáctico o como una fuerza que determine el proceso total de la educación. El indio no tiene interés, ni puede despertarle una escuela de caráctr administrativo, destinada a desasnarlo, a volverlo a someter a la gleba, a convertirlo en carne de cañón, con menoscabo de los valiosos intereses del grupo social a que pertenece. La escuela burguesa que es la que se forja en las oficinas de un ministerio para llenar algunos renglones de una memoria administrativa, o para halagar la vanidad de gobernantes mediocres, no hiere el consensus social. Su influencia es epidérmica, a penas recoje lo que flota en el ambiente. La educación para ser tal ha de incidir con vigor sobre la estructura social, ha de ser un real y verdadero elemento revolucionario. Esta es la única orientación que debe darse al problema educativo sin distinción de grupos sociales.
Analizados los factores económicos que rodearon y rodean la vida del indio, es inadmisible una política educativa teniendo como propósito único enseñar a leer, a escribir y a rezar, dejando en el tintero lo esencial, o sea el problema económico. Es igualmente intolerable y odiosa esa tendencia a diferenciar entre las necesidades espirituales del indio y las del anco o mestizo. Qué razón hay ni qué derecho asiste para señalar éstos cinco o más años de escuela, dejándoles a el abiertas las puertas de la enseñanza secundaria y universitaria, mientras al indio le conceden teóricamente, la escuela obligatoria de dos años, insuficiente para aprender siquiera medianamente el español, cerrándoles, en consecuencia, el paso hacia aspiraciones superiores. Por que va a limitarse la capacidad adquisitiva del indio en provecho de quienes lo explotan? Conviene a los intereses del Perú seguir manteniendo y ahondando el profundo surco que separa al indio de los otros grupos sociales? Qué interés tiene el Estado en seguir considerando al indio como la masa explotable sin reconocerle derecho alguno para intervenir en la vida política del país, sin concederle garantía alguna. El indio continúa sosteniendo sobre sus espaldas el peso de los trabajos forzados en la contrucción de los caminos, en el laboreo de las minas y de las tierras. Es el único englobado a las filas del ejército donde va a perder su salud física y espiritual. Es el mejor cliente para los intereses del catolidismo. El mejor sosten por su ignorancia, de las tiranías.
Todas estas son cuestiones que se relacionan con el problema educativo general del país. Dejarlas de lado, como brasas que queman las manos, es ver las cosas con una visión de pigmeos.
Por adelantado podemos afirmar que la escuela única es la base de todo régimen escolar democrático. Puede variar el modus operandi, según los países, pero la esencia de la doctrina de esa escuela es invariable.
La vieja leyenda darada del Perú, fruto de la imaginación de los españoles meridionales es uno de los tantos mitos que ha servido para agravar la indolencia y la pereza de sus habitantes. No hay tal rique