Democracy

AMAUTA 38 do ellos, cuando en un Continente dividido por la raza, la lengua y la vitalidad, desdeñaron todo concierto con los grupos igualmente amenazados y se pusieron a la zaga del organismo conquistador. principios de este siglo la América Latina pudo apoyarse en la masa poderosa de una Europa intacta, deseosa de ganar mercados y financieramente omnipotente. La lógica más elemental aconsejaba una actitud de parcialidad hacia ella. muchos de nuestros dirigentes les faltó el valor moral necesario para hacer esa política. no se arguya que por aquellos tiempos el imperialismo no se había desenmascarado aún. Sin remontar a la anexión de Texas, California y Nuevo México, acaba de dar ese imperialismo la medida de sus ambicioues imponiendo a Cuba la Emmienda Platt y desmembrando a Colombia. Sin embargo, el ex Presidente Roosevelt, cuya frase famosa me quedé con Panamá resonaba en todos los ámbitos, fué recibido en nuestras capitales con honores de Emperador. La única excusa que podrían aducir nuestros políticos, es que no sospecharon las consecuencias que tendría su actitud. Pero la excusa misma se vuelve contra ellos. Los que no saben ver a veinte años de distancia, no deben dirigir los destinos de una colectividad.
Para clasificar un estado de espíritu, me bastará con citar una anecdota entre tantas.
Cuando en 1917 fuí llamado por la Universidad de México para dar una serie de conferencias, bajo el gobierno de Carranza, el Ministro Argentino acreditado ante aquél país fué a ver espontáneamente al Ministro de Relaciones Exteriores de México, para decirle que si, en vista de las reclamaciones que la invitación habia levantado, el gobierno méxicano resolvía impedir mi entrada a México, él, como representante argentino, no entablaría la menor reclamación. Vivo está el General Aguilar, que puede dar fé de la veracidad de mis palabras. Nuestro Sur olvidaba así, no solo el respeto debido a un ciudadano del país, sino sus propios intereses y su misión en América. Fué talla pusilanimidad, que para acabar con la prédica molesta se trató de desacreditar al propagandista. Así nacieron las leyendas miserables me pusieron en el caso de dudar si debía despreciar más profundamente a los hombres sin escrúpulos que las pusieron en circulación, o a los hombres sin perspicacia que se dejaron engañar por ellas. Por encima de la misma injusticia, me agobió el dolor de asistir a la disminución de mi tierra. Porque un país donde la calumnia llega a ser omnipotente, es un país que lleva plomo en las alas.
La emoción tardía de algunos gobernantes, no alcanza a rescatar errores que pesarán sobre el porvenir. Los equilibrios no son los mismos a medida que los años pasan. La política aconsejada en 1914 no es posible ya. Han cambiado las circunstancias, y, triste es decirlo, resulta cada vez mas difícil contrarrestar en bloque y de una manera total el empuje del imperialismo. Por culpa de les que no maniobraron a tiempo, nos hallaremos acaso obligados a negociar mañana con él. Pero esa nueva política, más delicada que la anterior, no la pueden hacer los que en vez de adelantarse a los acontecimientos los siguen a distancia y pretenden ensayar ahora los procedimientos que solo fueron realizables antes de la guerra, dispuestos, desde luego, a intentar vanamente, dentro de otros veinte años, lo que urge hacer el este mismo instante.
Es indispensable que la juventud intervenga en el gobierno de nuestras repúblicas, rodeando a hombres que comprendan el momento en que viven, a hombres que tengan la resolución suficiente para encararse con las realidades.
Se impone algo más todavía. El fracaso de la mayoría de los dirigentes anuncia la bancarrota de un sistema. es contra todo un orden de cosas que debemos levantarnos.
Contra la plutocracia, que en más de una ocasión entrelazó sus intereses con los del invasor. Contra la politiquería, que hizo reverencias ante Washington para alcanzar el poder. Contra la descomposición que en nuestra propia casa facilita los planes del imperialismo. Nuestras patrias se desangran por todos los poros en beneficio de capitalistas extrangeros o de algunos privilegiados del terruño, sin dejar a la inmensa mayoría más que el sacrificio y la incertidumbre.
Al margen de los anacrónicos individualismos que entretuvieron durante cien años nuestra estéril inquietud, hay que plantear al fin una política. Hay que empezar por crear una conciencia continental, y por desarrollar una acción que no se traduzca en declamaciones, sino en hechos.
El acercamiento cada vez mayor de nuestras repúblicas es un ideal posible, cuya realización debemos preparar mediante un programa de reformas constructoras dentro de cada uno de los Estados actuales. Entre esas reformas debe figurar en primera línea una disposición qu otorgue, a cargo de reciprocidad, derechos y deberes de ciudadanía a los nativos de las repúblicas hermanas, con la limitación, si se quiere, por el momento, de la Primera Magistratura del país y los principales misterios. Esto facilitará una trabazón de fraternidades. Es necesario reunir también una Comisión Superior Latino Americana, encargada de estudiar, teniendo en cuenta las situaciones, un derrotero internacional común, una política financiera homogénea, un sistema educacional concordante. Su misión, por el momento, sería aconsejar proyectos, aplicados después por los gobiernos respectivos. Hay que proceder sobre todo, sin perder un minuto, dentro de nuestra familia latino americana, a la solución equitativa y pacífica de los pequeños conflictos de frontera que entorpecen la marcha armónica del conjunto y permiten ingerencias fatales.
La hora es más difícil de lo que parece. No esperemos a estar bajo la locomotora para advertir el peligro. Nos hallamos ante un dilema: reaccionar o sucumbir.
La salvación de América exije energías nuevas, y será obra sobretodo de las generaciones recientes, del pueblode las masas anónimas eternamente sacrificadas. Una meta mórfosis global ha de traer a la superficie las aguas que duermen en el fondo para hacer al fin, en consonancia con lo que realmente somos, una política de audacia, de entusiasmo, de juventud. Sería inadmisible que mientras todo cambia, siguieran atadas nuestras repúblicas a los tiranos infecundos, a las oligarquías estériles, a los debates regionales y pequeños, a toda la rémora que ha detenido la fecunda circulación de nuestra sangre. Hay que inaugurar en todos los órdenes un empuje constructor. Porque la mejor resistencia al imperialismo consistirá en vivificar los territorios y las almas, haciendo fructificar los gérmenes sanos que existen en la masa abstencionista o escéptica, en el fondo aborígen, en los vastos aportes inmigratorios, en todos los sectores de una democracia mantenida hasta hoy en tutela, con unas o con otras artes, por hombres, grupos o sistemas que acaparan el poder desde que nos separamos de España.
Yo he tenido ocasión de decir que derecho no es hoy una ley moral infalible, sino una consecuencia variable de los factores económicos y de la situación material de los pueblos. El imperialismo realiza su obra hostil; iniciemos nosotrosla nuestra reparadora. Clamar contra los atentados es un lógico desahogo y un santo deber. Pero hay que hacer sobretodo un esfuerzo para que los atentados no se puedan realizar. ese resultado no lo hemos de esperar de la generosidad agena, sino de nuestra resolución, de nuestra flexibilidad de espíritu para aceptar soluciones apropiadas a los hechos a medida que estos se manifiestan.
Quien escribe estas líneas en la hora más grave por que ha atravesado nuestra Amèrica, no aprovechó nunca las circunstancias para buscar encumbramientos o aclamaciones. Con razón o sin ella, por disentimientos con el partido al cual pertenecía, declinó en su país una candidatura a diputado y otra a senador, con razón o sin ella, durante la guerra grande se lanzó a predicar la neutralidad contra un torrente que lo sepultó bajo su reprobación. Nunca hice lo que me convenía; siempre hice lo que consideré mi deber, afrontando la impopularidad y las represalias. al dirigirme como hoy a la juventud y al pueblo, no entiendo reclamar honores. Los hombres no son más que incidendentes; lo único que vale son las ideas. Vengo a decir: hay