DemocracyJosé Carlos Mariátegui

AMAUTA 37 MANIFIESTO DE MANUEL UGARTE a la juventud latino. americana Tres nombres han resonado durante estos últimos meses en el corazón de la América Latina: México, Nicaragua, Panamá. En México el imperialismo se afana por doblar la resistencia de un pueblo indómito que defiende su porvenir. En Nicaragua el mismo imperialismo desembarca legiones conquistodoras. En Panamá impo un tratado que compromete la independencia de la pequeña nación, como corolario lógico cunde entre la juventud, desde el río Bravo hasta el estrecho de Magallanes una crispación de solidaridad, traducida en la fórmula que lanzamos en 1912: la América Latina para los Latinoamericanos.
Hace veinte años que clamo contra nuestra dispersión y nuestra inmovilidad. Por denunciarlas he sacrificado, fortuna, porvenir político, y me hallo pobre, expatriado, difamado. Desde mi retiro reivindico el honor de haber continuado sin interrupción desde 1905 la tesonera prédica, de haber publicado cuatro libros sobre el asunto, de haber fundado en Buenos Aires la primera Asociación Latino Americana, y de haber recorrido el Continente repitiendo mi terca certidumbre. Al márgen de las efímeras vanidades, invoco el antecedente para que la probaba fidelidad un ideal dé a la palabra el peso que necesita tener en esta hora.
Por encima de los episodios de la lucha que se prolonga desde hace tantos años, hay que considerar los hechos desde el origen y en su significación virtual.
Los pueblos son grandes, más que cuando juzgan airadamente a los demás, cuando aquilatan severamente sus errores. en la nueva era que se ibre, contra lo que con realiceis un esfuerzo heroico, digno de la tradición de vuestro pueblo para imponer una nueva orientación humana Debéis también renovar la democracia dándole estrctura ética y caracter social que ensanche el radio de acción de la justicia, despierte los sentimientos colectivos y estimnle y permita la ascensión de la personalidad humana.
De esta manera podréis rebustecer nuestra tendencia renovadora y contribuir al florecimiento del porvenir que llevamos dentro. Porque nosotros, iberos de América Latina no hemos realizado nada todavía, pero nos hemos forjado un alma propia y abrigamos el gérmen de una nueva palabra del espíritu. De vosotros, en parte, depende que podamos pronunciar esa palabra. Reunidos los dos aspectos:el de espíritu y acción, pensamiento y voluntad, emoción y dinamismo, podremos completar la esfera humana y abrir una era fecunda en la evolución del mundo.
Si colaboran en esa enpresa los pioneers de Walt Witman, los idealistas de Emerson, los irreductibles reformistas de Thoreau lograremos conquistar el porvenir que reserva todavía para nosotros maravillas mucho mas esplendorosas que las alcanzadas hasta hoy.
Vosotros, exploradores infatigables, tenéis una tierra virgen para descubrir y colonizar en el corazón del hombre. Vamos a explotar las minas de inagotable riqueza que hay ocultas, todavía, en el fondo del espíritu humano.
más vigor debemos levantarnos es contra aquellos de nuestros propios dirigentes que no supieren prever las consecuencias de sus complacencias, que no tuvieron una visión continental de nuestros destinos, que obsesionados por la patria chica y por los intereses de grupo, motejaron desdeñosamente de poetas a cuantos elevaron el espíritu hasta una concepción superior.
Parecerá monstruoso mañana a los que nos juzguen, pero fué considerada como signo de incapacidad para el gobicrno toda tendencia hacia una política global. Cada hombre obedecia a sus ambiciones, cada grupo a sus propósitos partidistas, cada nación a sus odios minúsculos. La América Latina se devoraba a sí misma, como los Galos en tiempo de César, o como los Aztecas cuando tlegó Hernán Cortés. para los grupos predominantes resultaba inexperiencia, lirismo, suprema locura cuanto tendiese a una política de solidaridad.
En esa orientación equivocada hay que buscar el ori gen de los atentados que hoy motivan nuestra protesta. Los primeros responsables son los hombres o los núcleos que, guiados por un falso concepto de nuestras necesidades, por impaciencias de figuración, por apasionamientos de bando, o por rencores regionalis as, enagenaron nuestras riquezas, sancionaron con su silencio los atentados contra el vecino, suscribieron el postulado protector de Monroe, y colaboraron con el imperialismo en los Congresos Panamericanos, mientras se agrandaba en la sombra el cáncer que debía poner en peligro la vitalidad común.
Las culpas que han originado la situación actual nacen de una visión inexacta o de una pequeñez de propósitos.
y esas son culpas exclusivas de los gobiernos. Nuestros pueblos fueron siempre grandes y generosos. Aunque se les mantuvo ignorantes de la verdadera situación, tienen el presentimiento de lo que debe ser el porvenir. Si no se opusieron con más ímpetu a la política nefasta, fué porque no se dejó llegar hasta ellos la verdad. Pero los dirigentes debían saber. la primera conclusión que podemos sacar de los acontecimientos actuales es que nos hallamos en presencia de la bancarrota de una política.
Hablo para toda la América Latina, sin exceptuar las regiones hoy aparentemente indemnes; y hablo sin encono contra nadie, ni contra nada. Los hombres habrán sido malos, o buenos. Lo que la evidencia dice, es que resultaron insuficientes. Rindiendo culto, más a las apariencias de la patria que a su realidad, creyeron que gobernar consiste en mantenerse en el poder, en multiplicar empréstitos, en sortear las dificultades al día. En sus diferentes encarnaciones. tiranos, oligarcas, presidentes legales, se afanaron ante todo por defender privilegios de grupo o suceptibilidades locales, sin sentido de continuidad dentro de la marcha de cada país, sin noción de enlace con las regiones limítrofes. Fué la imprevisión de ellos la que entregó en el órden interior, a las compañías extrangeras, sin equivalencia alguna, las minas, los monopolios, las concesiones y los empréstitos, que deben dar lugar más tarde a conflictos, tutelas, y desembarcos, haciendo patrias paralíticas que solo pueden andar con muletas extrangeras. Fué su falta de adivinación de las necesidades futuras la que multiplicó entre las repúblicas hermanas los conflictos que después resuelve como árbitro el imperialismo devorador. No hay ejemplo de que una región tan rica, tan vasta, tan poblada, se haya dejado envolver con tan ingénua docilidad. Cuando algunos de nuestros diplomáticos nos hablan del coloso del Norte, confiesan una equivocación trágica. El coloso del Norte lo han creado ellos, cuando abandonaron a los bancos y a las compañías extrangeras cuanto representaba el desarrollo futuro del país. El coloso del Norte lo han creaALFREDO PALACIOS Buenos Aires, Marzo 13 de 1927.
Amigo Mariátegui: Ahí va mi mensaje dirigido a los jóvenes estadounidenses, para Amauta.
ALFREDO PALACIOS