Democracy

AMAUTA 35 no aùn con nuestro propio sacrificio, abrir un camino nuevo a través de la selva enmarañada de bastardos intereses, para arribar a un sitio fecundo donde la tierra sea pura, el aire respirable y las aguas no estén emponzoñadas.
Repito que nuestro caso es en esencia idéntico al vuestro, aunque sea opuesto en la forma; porque los ejes humanos han realiza do una virazón que empuja al hombre hacia tierras inexplorados, incitándole a seguir estrellas hasta ayer desconocidas. No es una sola nación sino la tierra entera, la que entra bajo la influencia de un nuevo signo portador de esperanzas luminosas para el alma fatigada de los hombres.
La generación caduca, conservativa y retrógrada en cuyas manos se encuentra todavía el destino de América, ha cumplido ya su ciclo y solo puede estorbar la marcha hacia lo futuro. La característica esencial de los que for.
man esa generación, en todo el mundo, es la falta de sinceridad y de fe en el porvenir del hombre. Entre sus actos y sus palabras hay un abismo insalvable, irremediable contradicción de la cual en ciertos casos ni siquiera se dan cuenta, tan natural la suponen, Desconocen y desprecian las realidades humanas porque solo se atienen a las cosas. El hombre es para ellos un ente desdeñable al lado de los productos que ha creado. Clasifican a la humanidad según la posesión de esos productos. Quien nada posée no cuenta. Mil veces más importante es un yacimiento mineral que un vigoroso plentel humano. La solidaridad no existe más que para defender o acrecentar los intereses de clase. Si no fuese indispensable elaborar los productos y fecundar la tierra, suprimirian de buen grado a toda la masa humana para abandonarse libremente a sus placeres. El capital para ellos, siempre es patriota y extranjeras las ideas. Pretenden amar a la patria sobre todas las cosas, sobreentendiendo en ella su propio patrimonio, y la ponen por encima y aún aparte de toda la humanidad, obstante manifestarse fieles creyentes del cristianismo cuya indole es esencialmente universalista. Les sustenta la contradicción en lugar de perturbarles. Lo único que les perturba es cualquier indicio humano que perciban en los productores de la riqueza. Los subtituirían de buena gana por autómatas para desterrar en absoluto el peligro y la manía de pensar. Han puesto el fin de la vida en el disfrute pacífico y bestial de las riquezas acumuladas, se han embriagado con el poder y estiman su único Dios al signo que lo produce. Para conquistarlo adoptan la máxima jesuítica de que el fin justifica todos los medios.
Así, en los países pobres encarcelan y destierran a sus adversarios tildándolos de enemigos de la patria y de las iustituciones, mientras pisotean a éstas y entregan fa nación al extrangero. en los ricos y potentes, como el vuestro, se erigen en defensores del derecho universal y los ideales patrios y en nombre de ambos someten a los pueblos desvalidos sujetándoles al yugo de sus propios intereses; y cubren de oprobio el nombre de su país, mancillándole con el estigma que merecen los pueblos desleales y opresores que proceden cual los malhechores públicos.
Vuestro actual Presidente Coolidge, es el ejemplo representativo de esto último. Quienquiera que haya leído su libro El precio de la libertad le habrá considerado un paladín de los derechos humanos, de la moral y de la justicia, y habrá admirado en él su clara visión de que el peligro real de los Estados Unidos, no consiste en el debilitamiento del poder, sino en las intenciones que rijan el uso de su gran poder. Habrá observado, también, que se da cuenta de que a menos que los americanos no continúen viviendo en algo más grande que lo presente, que no sean dirigidos por algo más que por las ventajas materiales. perecerán, como han perecido otras naciones, a manos de un pueblo dotado de una gran fuerza morai.
Lógico es, en consecuencia, que el lector de ese libro haya supuesto que tal hombre se halla destinado a realizar un cambio fundamental en el proceder político de Norte América, a convertirse en agente y campeón de la solidaridad continental. Más he aquí, que ese apóstol ferviente de la moral, del derecho y la justicia humana, utiliza su cargo de Presidente de la nación más fuerte del mundo para ejecutar el acto más arbitrario e injusto que se pueda concebir, movido por intereses materiales, contra un pueblo indefenso de la América; hasta el punto de no hallar excusas valederas, ni siquiera ante sus mismos compatriotas, que lo reprueban abiertamente. atrae sobre su nación con este acto el ludibrio de la historia y el anatema y el odio de todos los hombres libres.
Tal es la manera típica de proceder de esa gastada generación, a la cual me vengo refiriendo. Se manifiesta en teoría genuina defensora de los ideales consagrados y en la práctica, resulta obedeciendo a los intereses más contrarios a la esencia del derecho.
Esa irreconciliable contradicción entre las doctrinas y la realidad, es el patrimonio universal de la generación que ahora declina, y abre un abismo de oposición antagónica entre la masa y sus dirigentes. Ese abismo de desconfianza hostil lo debemos suprimir nosotros los que encarnamos la nueva generación espiritual.
Hemos de reconquistar la fé del pueblo haciendo que nuestros actos sean la materialización de nuestras palabras.
Si la esencia de la realidad no se aviene con nuestras doctrinas será porque éstas son falsas; modifiquémoslas, en tal caso, para adaptarlas a la indole de la vida; pero no seamos nosotros los que fracasemos en la empresa de aplicarlas, por falta de integridad y rectitud; y sobre todo no mantengamos ese funesto dualismo que es gérmen de injusticias y de claudicaciones, excusa tradicional y vergonzante de todas las tiranías. No es solamente la América (la del Norte y la del Sur) la que camina a su perdición por las rutas actuales, es todo el Occidente el que se desploma, suscitando, a la vez, el alzamiento de los pueblos orientales cuya avalancha ya se vislumbra en el horizonte Nosotros, americanos, porque también nosotros lo somos. vamos, desde luego, a nuestra ruina, aunque por distintas direcciones. De no modificar la orientación que llevan nuestros países, los latinoamericanos continuaremos cayendo y quedando sometidos a la implacable política del dóllar, apoyada por las bayonetas y la escuadra de los nietos de Lincoln cuyas doctrinas de libertad se han trocado en instrumentos de opresión. Pero vosotros afrontaréis el destino de Alemania. Sufriréis una derrota semejante a la del emperador germánico y aún quizá mucho peor. Ya habeís substituído con ventaja el poder y la ambición de los teutones, basados, también, en el desenvolvimiento capitalista; sus ejércitos los poseéis en la escuadra numerosa y en las repletas arcas de oro. El mundo entero os es tributario; le tenéis preso en las mallas aceradas de vuestra red económica. Vuestra plutocracia es insaciable; no bastándole la posesión de casi todo el oro existente trata de adueñarse del tesoro petrolífero y gobierna para ello la diplomacia mundial. Ha heredado, así mismo, de la extinta dinastía alemana, su altanería, su insolencia, su orgullo desmesurado de señores de la fuerza, sin cortapisa ni contralor, para quienes los tratados unicamente eran válidos cuando les favorecían. En qué emplean ese poder vuestros oligarcas? La tierra entera es testigo de que no es en beneficio humano; y de que solo difieren de las viejas autocracias imperialistas en sus métodos modernizados. Ya vuestro gran condottiero, Teodoro Roosevelt, se apresuró a refutar a Wilson, declarando que no era exacto que Estados Unidos luchara por abrir camino a la democracia del mundo, lo que confirmó luego el gobierno norteamericano. No es cierto, efectivamente; la democracia del mundo y el bien de la humanidad son contrarios a los intereses de los plutócratas yanquis; es el doininio del mundo lo que persiguen y en lo que ya están bastante adelantados. Ellos no toman en cuenta las lecciones de la historia. Tampoco advierten que el inundo tiene hoy mayor unidad y más conciencia viviente que en los tiempos anteriores. Mas si es posible engañar y sofisticar a un pueblo no se reduce al engaño a toda la humanidad; ésta se halla apercibida, vigila y cela sus pasos, denuncia sus intenciones y teme su des