CAJAL ESCRITOR Su último libro Por Benjamin Jarnés que gozaba de buena salud. Me autosugestioné una euforia rezumante. decidió trabajar, morir trabajando.
Así, en efecto, ocurrió. no en trabajos fáciles, de puro juego. Cajal no gozaba escribiendo, sufría. Cada cuartilla nos dice. me cuesta tres o cuatro copias, y jamás queda a mi gusto. ser posible, reharia y refundiria todos mis libros. Siempre encuentro en ellos algo que rectificar o que añadir, Terco y rebelde, huia de toda petrificación. Por eso jamás quiso dar por acabado nada, menos aún sus libros, por miedo a verlos convertidos en estatuas sin vida, en rígidos monumentos de su gloria universal.
Rehacer a diario su vida y su obra: que delicia! Yodo y quietud: Que espanto!
No sabemos cuál fué el último libro de don Santiago. Fue tal vez el iniciado con su muerte, es decir, el ejemplo de toda su vida puesto definitivamente, al dia, de su gran silencio: Su último libro impreso fué El mundo visto a los ochenta años. pero se disponia a acabar otro: Solos ante el Misterio. el libro de su última agonia. libro que quedó en preparación. Tal vez querría don Santiago que con él nos asomásemos al gran misterio de la vida grande, invisible al microscopio; pero ante el misterio él se presentó como los demás mortales, sólo.
Acompañado de sus obras. También de sus obras literarias y cientificas.
Con una clara y limpia cuenta de gastos de tiempo y de energia. Ninguna tan clara y limpia como la suya. Recibió cinco talentos y son diez los que pudo devolver a la divina Contabilidad, como el siervo ſiel. La gran preocupación de Cajal escribió uno de sus disipulos fuc crear la España cientifica; preocupación de raíz paralela a las de Costa, pero infinitamente más eficaz, porque el gran macstro de todos no sólo predico y con qué elocuencia sino que nos dió el ejemplo del trabajo que no valdria al dia siguiente ni dinero ni aplausos, sino pura satisfacción de haDer visto la cara a la verdad, grande o pequeña.
Murió en e aula. Se extinguió duramente una lección. Trabajó hasta la hora de gran viaje. En su última cuartilla. nos dijeron entonces los periodicos describia los sintomas de la muerte. Los últimos renglones son ininteligibles. Arranco al tiempo sus últimos instantes. España y la ciencia no podian exigirle más. al lado de esta vehemencia de Cajal, que tranquila aceptación de su edad, la suya! La mejor prueba es su libro El mundo visto a los ochenta años. Se rodea para que le ayuden a contemplar y contemplarse Le los viejos. y excelentes. amigos: Epicteto, Quintiliano, Sofocles, Plauto, Montaigne, Buffon. El hombre no muere, se mata. le dice uno. Por culpa nuestra es breve nuestra vida. le dice otro.
Cajal se preserva de cuanto puede abiertamente disminuirle; se traza un plan higiénico admirable; lo sigue tercamente, como buen aragones y como sabio auténtico. Así puede seguir leyendo, meditando, escribiendo. siempre con plena claridad de espiritu. En busca de la gloria? En busca de la verdad.
La ausencia de éxitos ruidosos, inmediatos, nunca hizo perder vehemencia al pulso de Cajal. Siguió tenazmente su faena. Era tanto como seguir su vida: le era imposible abandonarla. Prohibiremos dice ai aaduco, próximo al término de su carrera, las excursiones por el campo de la literatura, de la historia, del arte o de la erudición enciclopedica? Seriamos crueles. Quien ha consagrado buena parte de su vida a un orden de act:vidad intelectual siente en su cerebro el callado palpitar de regiones postergadas. Son vidas. le artista, de filosofo, de gran poeta que alguna vez se soñaron vivir, que a la hora final asèman su cabeza preguntando por que 10 se vivieron. La agonia final del especialista laborioso abierto a todas las actividades del espiritu debe ser pavorosa.
Este último libro de Cajal se divide en cuatro partes. Glosa en la primera las tribulaciones del anciano. En la segunda, los cambios de ambiente fisico y moral. Dedica la tercera a exponer las teorias acerca de la senectud y de la muerte. la cuarta, a describir los paliativos y consuelos de la vejez.
Curioso libro, tan de estos tiempos, de temas poco o nada cultivados en España. Libro generoso, donde se rinde homenaje a cuanto de vivo y Seccionador se ha escrito acerca de ellos. El glorioso anciano leía como pudo leer de muy joven todo cuanto pudo aumentar su talla espiritual un codo. Seguía puntualmente los avances filosóficos, históricos, literarios, además de todos aquellos que ya sólo atañían a su especialidad científica Su prodigiosa capacidad de trabajo pudo hacer escribir a Nietzsche: Cuando hay muchas cosas que meter en él, el dia tiene cien bolsillos. Experto conocedor de su propia máquina de pensar, el infatigable profesor la hizo rendir su última energia.
Un dia, hace algunos años, notó Cajal que su cabeza ardía, sin que moderasen la sofocación, el paseo ni el silencio absoluto. Alguien le examinó y le dijo. Amigo mio, ha comenzado la arterioesclorosis cerebral de la senectud. No hay que alarmarse! Estamos al principio y un buen régimen atajará el progreso del mal.
Le recetó yoduro de potasio y le aconsejó mucha cautela al escribir y hablar; le prohibió asistir a locales sobrecalentados. Le prohibió, en suma, hacer vida de hombre cerebral. Como problemático paliativodice Cajal me brindaban el tedio de la inacción, la congelación del pensamiento, más horrenda que la misma inexistencia.
Yodo y quietud. Bonito porvenir! añade. Pero yo, que fui siempre muy terco y rebelde, decreté para mi capote, aunque sin gran convicción, Cajal anota en su libro: Como la psicologia moderna ha demostrado.
en cada yo hay varios egos en intima convivencia. causa de la actividad profesional, sólo uno de ellos ha prevalecido; los demás vibran silenciosos y postergados. despecho de su amodorramiento, pugnan, como dejamos dicho, por dar fe de vida. Para ello aprovechan la fase de agotamiento del yo senil, eje de la personalidad profesional y cotidiana. anhelan suplantarlo, exteriorizando a plena luz, valga lo que valieren, las reflexiones en aquellos acumuladas, durante lustros, de lectura y meditación.
Fértil angustia la del glorioso anciano! Una fama universal no pudo calmar sus anhelos de ser hombre en plenitud, de ser los yos posibles de todas las vidas larvadas bajo su vida principal, de inventor, de maestro, de principe de la ciencia. El que jamás quiso representar nada lo hubiera querido ser todo.
y esta da ejemplar, ya desde la adolescencia. El cansancio y el tedio que esterilizan tantos inpetus de café y de tertulia. no cuentan para nada entre las enfermedades de Cajal ni siquiera en esa última enfermedad que nos privó na de las lecciones del sabio, pero si de su vivaz y alentadora presencia.
pelo contenedo mi al tedio fueron expulksalos definitivamente de este vir