142 YIDA VERDAD como la cigarra de la fábula, en tanto que los profanos, los hijos de la prosa, se agitau y se retuercen en la desgracia y el dolor. Colmándolo de las ridículas extravagancias de la etiqueta, iqué fiamante padre de la patria se obtuviera, o qué ministro de estado, o qué bábil y distin.
guido diplomático, qué estupendo magistrado! Marcelo era un pobre hombre que a pesar de su robustez, vivía implorando la caridad del público; lo que llamati un san.
to varón nincbas de las gentes que aun creen, sin perçatarse de que con ese decir hacen burla sangrienta de sas idolos. Un hombre con cara propósito para hacer de cualquier cosa, grande o pequeña, como tantos otros que en ese variado Carnaval de la vida, se trasfiguran constantemente sio cambiar la máscara, con sólo un ligero trueque de vestido.
Llegó una vez Marcelo en demanda de limosna casa de un médico eminente, tin. verdadero apóstol de la ciencia, hombre que et vez de explotar los menesterosos pana atesorar caudales, empleaba las luces de su talento y los nobles impulsos de su corazón, en el alirio de la lumana desgracia. El médico, sorprendido al ver un homhre de aparicacia sąna implorando socorro, le liablo asi; por ventura ho encuentra ud, donde trabajari Ay, señor, contestó el raro mendigo, poniendo en blanco los ojos y tomando una actitud de literato decadente, Uds. los ricos, los dichosos, no conocen nuestras miserias ni los ocultos padecimientos que los pobres soportamos; y con el adeniín ceremonioso y va tanto satisfecho de quico se dispone exhibir lo que constituye un timbre de booor de orgullo, mostró al médico ana llaga inmunda que llevaba en una de las piernas, modo de esas condecoraciones que brotan millares de los or ganismos sociales en putrefacción y que la triste soberbia