VIDA FERDAD. 63 tades que turo para saltar al borde del oido; cl cómo su sentimicotu de amor se fué extendiendo a todo lo que le rodeaba; los deseos de cantar un himno cuando comprendió tanta grandcza.
La madre seguia diciéndole. Mira tu alrededor. No yes que todo se mueve?
Pues entonces, muévete tú también. No permanezcas como esos hombres de Dios que consumien el trabajo de los dein is. Ahora fijate en aquel gatite: esos pajaritos que revolotean allí son hermanos tuyos. No te importe que lleven vestiduras de diferentes colores, que uno se llame riiida, otro pecho amarilio; es niejor que no sepas quienes son, para que así les bagas el bien por el bien mismo, 110 por recompensa. ui por Fanidad, como acoś.
tumbran hacerlo las scüoritas que por aliá se ven pasar. El yigüirro triste golo picosa en su vida påsada, y se esponja de sufrimiento al recorrer en 99 imaginación los conscios de su madre.
Viendo desde su jaula sus hermauos comiendo las frutas de un mismo árbol. evoca aquellas palabras sagradas, como que se las oyó a la que le dió el ser. Ve tus semejantes: juntos picoteau lo que produce la tierra. No aşí hacen los hombres: cllos son egoistas, todo lo quieren para sí solos; 1009 pocos se han apropiado del suelo, almacenan sus productos, hasta los dejan perderse, en tanto che utros pobres no tieneti un pan que eogullir, Nunca se borrará de su memoria la ocasión en qué capo prisionero. Estaban juntos él y su madre. Ella te explicaba el por qué las aves no tienen patria. No tenemos patria decía porque el amor no sc eſ.
taciona; es un sentimiento que crece con la comprensión