TIDA TERDAD nos dice que nuestras narices son racimos de uyas y to creeinos y nos aprontamos para curtarlos. Pero acaso nuestras narices se parecen racirnos? Seguramente no.
lo creeis. Veaos en las narices uyas, porque el mago nos lo hace creer. Sin embargo, si por un esfuerzo rigoroso de la voluntad, sacudimos la hipnosis en que nos ha sumer.
gido el magó, si examinamos cada detalle desde el punto de vista de la verdad, y de la posibilidad, nos encontranos delante de tal montón de absurdos que nos frotamos los ojos, preguntándonos ¿cómo es posible que hayamos crcido semejantes engañifas? Balzac ha extraído siempre.
de las profundidades de su alma, jamás de la realidad am.
bicote. Atravesó la vida como un sonámbulo o como un niño inconsciente. Sus ensucños ridículos de fortuna, de que abasaron sin vergüenza gentes de negocios, astutas y exentas de escrúipulos, lo atestigjan suficientemente, montonaba en la imaginación montañas de cifras y carc.
cía de los primeros elenientos del cálculo. Creía poder adquirit millones y cada centavo que ganaba con su trabajo lo perdía en las cepeculaciones más estápidas que harian aizar los hombros al primer comisionista igaorante de la esquina. Si hubiese tenido en lugar de admiradores po sólo verdadero amigo, éste lo habría puesto en tutela desde la edad de treinta años y el pobre grande bombre habría podido vivir y crear, sin ser constantemente arrancado de su cnsueño por la visita de los ujicres. Las gén. tes que le han perseguido cua el papel timbrado durante treinta años, tan estado robando ua irresponsable.
MAX NORDAU.